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(1590) |
EN UNA FIESTA QUE SE HIZO EN SEVILLA A SAN HERMENEGILDO |
Hoy es el sacro y venturoso día |
en que la gran metrópoli de España, |
que no te juró rey, te adora santo. |
Hoy con devotas ceremonias baña |
5 el blanco clero el aire en armonía, |
los pechos en piedad, la tierra en llanto. |
Hoy a estos sacros himnos, dulce canto, |
ayuda con silencio la nobleza, |
haciendo devoción de su riqueza. |
10 Hoy, pues, aquesta tu latina escuela |
a la docta abejuela |
no sin devota emulación imita: |
vuela el campo, las flores solicita |
(campo de erudición, flor de alabanzas) |
15 por honrar sus estudios de ti y de ellas, |
en tanto que tú alcanzas |
ver a Dios, vestir luz, pisar estrellas. |
Hoy la curiosidad de su tesoro |
con religiosa vanidad ha hecho |
20 extraña ostentación, alta reseña. |
Hoy cada corazón deja su pecho |
cuál en púrpura envuelto, cuál en oro, |
y su valor devotamente enseña; |
quién lo que con industria no pequeña |
25 labró costoso el persa, extraño el china, |
rica labor, fatiga peregrina, |
alegremente en sus paredes cuelga; |
quién de ilustrarlas huelga |
con modernos angélicos pinceles, |
30 milagrosas injurias del de Apeles; |
quién da a la calle y quita a la floresta, |
de suerte que los grandes, los menores, |
en tu solemne fiesta, |
ven pompa, visten oro, pisan flores. |
35 Príncipe mártir, cuyas sacras sienes, |
aún no impedidas de real corona, |
la fiera espada honró del Arrïano; |
tú, cuya mano al cetro si perdona, |
no a la palma que en ella ahora tienes |
40 (digna palma, si bien heroica mano), |
pues eres uno ya del soberano |
campo glorioso de gloriosas almas |
que ciñen resplandor, que enristran palmas, |
do se trïunfa y nunca se combate, |
45 mi lengua se desate |
en dulces modos, y los aires rompa |
a celestial soldado ilustre trompa. |
Conozca el Cancro ardiente, el Carro helado, |
oh católico Sol de Vice-Godos, |
50 la espada que te ha dado |
vida a ti, gloria al Betis, luz a todos. |
Estas aras que te ha erigido el clero |
y estas que te cantamos alabanzas, |
juntas con lo que tú en el cielo vales, |
55 a Filipo le valgan el Tercero, |
en quien de nuestro bien las esperanzas |
están, como reliquias en cristales. |
Logra sus tiernos años, sus reales |
pensamientos católicos segunda, |
60 tal, que su espada por su Dios confunda |
la nueva torre que Babel levanta, |
y ardiendo en saña santa, |
haga que adore en paz quien no lo ha visto |
el gran sepulcro que mereció a Cristo; |
65 que pues de sus primeros nobles paños |
invocó a tu deidad por su abogada, |
es bien que vean sus años |
larga paz, feliz cetro, invicta espada. |
Y tú, oh gran madre, de tus hijos cara, |
70 émula de provincias glorïosa, |
en lo que alumbra el Sol, la noche ciega, |
ciudad más que ninguna populosa, |
para quien no tan sólo España ara |
y siembra Francia, mas Sicilia siega, |
75 no porque el Betis tus campiñas riega |
(el Betis, río y rey tan absoluto, |
que da leyes al mar, y no tributo), |
ni porque ahora escalen su corriente |
velas del Occidente |
80 (que, más de joyas que de viento llenas, |
hacen montes de plata sus arenas), |
mas por haber tu suelo humedecido |
la sangre deste hijo sin segundo, |
en ti siempre ha tenido |
85 la fe escudo, honra España, invidia el mundo. |
Hoy es el sacro y venturoso día
Última actualitzación
12.08.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona