Comentario a «Hoy es el sacro y venturoso día», por José María Micó
En 1585, un milenio justo después de la muerte de San Hermenegildo, el papa Sixto V autorizó su culto en España. Aunque ya se le tenía gran devoción desde tiempo atrás, la sanción papal abrió una larga temporada rica en exaltaciones literarias del patrono de Sevilla. Los primeros meses de 1590 fueron los más movidos, porque coincidieron con la inauguración del nuevo y definitivo edificio del prestigioso Colegio de los jesuitas sevillanos (la latina escuela aludida por Góngora): las celebraciones comenzaron en enero con la representación de la Tragedia de San Hermenegildo, entre cuyos autores estaba Juan de Arguijo (vid. Armando Garzón-Blanco, «La Tragedia de San Hermenegildo en el teatro y en el arte», en Estudios sobre literatura y arte dedicados al profesor Emilio Orozco Díaz, Granada, 1979, II, págs. 91-108, y S. Vranich, Obra completa..., págs. 422-472), y tuvieron su apoteosis el día 13 de abril, festividad del Santo, con la lectura de «varias poesías», una «procesión» y «la translación de una reliquia deste invictísimo mártir» (SC). Evidentemente, Góngora escribió su poema para esa ocasión, pero no parece probable que pudiese acudir a Sevilla, porque, recién nombrado secretario del cabildo cordobés, firmó de su puño y letra el acta de la sesión del día 14 (cfr. M. González Francés, Góngora racionero, págs. 22-25, y R. Jammes, pág. 193, n. 9 [230]).
Aunque el hijo rebelde de Leovigildo fue desterrado a Valencia y ejecutado en Tarragona («Hermenegildus in Urbe Tarraconensi a Sisberto interficitur», dice escuetamente el Biclarense: cfr. Julio Campos, Sch. P., Juan de Bíclaro, Madrid, 1960, págs. 93 y 141-143), los poetas e historiadores del Siglo de Oro insistían en que «la prisión suya y su martirio fue en Sevilla, en la torre de la puerta que hoy llaman de Córdoba» (SC). Esa es la tradición que, defendida previamente por Ambrosio de Morales (Crónica general de España, XI, lxvii), recoge Góngora en su poema.
Don Luis conocía sin duda la canción de Herrera Al bienaventurado rey San Hermenegildo, escrita en 1586, y hasta es posible que el último verso del sevillano («a tus glorias y bienes y alegría») le ayudase a decidirse por los versos trimembres, vistoso artificio imitado por Lope muchos años después (cfr. J. de Entrambasaguas, Lope de Vega en las justas poéticas toledanas de 1605 y 1608, Madrid, 1969, pág. 72, y Estudios sobre Lope de Vega, Madrid, 1967, II, pág. 450, y D. Alonso, «Versos plurimembres y poemas correlativos»). El recurso tenía sin duda la misión de reforzar «el efecto de solemnidad y pompa del tono» que anima al poema, en el que don Luis no pretende «expresar un personal sentimiento devoto, sino ... cantar al santo con verso de levantado estilo heroico» (E. Orozco, Introducción, págs. 129 y 180). Aun así, creo con el padre Loring que Góngora está bastante cerca de la «vana palabrería» (La poesía religiosa, pág. 8), porque el convencionalismo de la siguiente canción puede advertirse también en el contenido y la disposición de las estancias: descripción de las galas de la fiesta (1-34), elogio del Santo (35-51), buenos augurios para el futuro rey en la víspera de su cumpleaños (52-68) y loa de Sevilla (69-85).
Como en el caso anterior, el texto más cercano a la primera redacción es el publicado en las Flores de poetas ilustres (y recogido en el ms. T), aunque varias de sus lecturas son faciliores o simples erratas (15, 32, 39, 47, 54, 67, 81). Es de interés advertir que en un par de versos la redacción definitiva muestra un criterio opuesto al de la canción a la Invencible (deshace el asíndeton en 1 y 76), pero coincide con ella en el gusto por los hiatos (44). Otras diferencias entre Flo y Ch se advierten en los versos 51 (era usual prescindir del artículo al nombrar los ríos), 66 y 84. En A falta el v. 75 por un salto de igual a igual. Corrijo el leísmo de Ch en el v. 63 (se refiere al sepulcro del verso siguiente). En el discurso V de la Agudeza y arte de ingenio, Gracián [Gra] cita y elogia los versos 1-3 y 35-39, con un par de variantes exclusivas que quizá sean puramente memorísticas.
Canción A B C, B A C: C D D E e F F G H g H.
Esquema casi idéntico a la canción precedente (sólo cambia la medida del v. 12 de cada estancia, que aquí es endecasílabo), pero sin commiato. La fronte de la cuarta estancia incumple la distribución de rimas. Sinalefa violenta en los versos 52 y 64; sinéresis en vean (67), y diéresis en arrïano, trïunfa y glorïosa (37, 44 y 70). Dámaso Alonso destaca los hipérbatos de los versos 37-38 y 53 (La lengua poética, en Obras completas, V, pág. 208). Adviértase la hábil correspondencia entre los dos primeros trimembres (17 y 34), y la aparición significativa - por temprana - de algunos recursos muy característicos: fórmulas sintácticas (si A, no B, por ejemplo), cultismos (solicita, impedidas, perdona, segunda) y perífrasis (41-44).