Tras su paso por la cárcel,
Josep Maria Huertas se había convertido en una figura
representativa de la lucha por la libertad de expresión.
Sin embargo, tras el cierre de Tele/eXpres, pasó
ocho meses sin que ningún medio le ofreciera trabajo.
Debido a su actitud contestataria, Huertas se había
granjeado ciertas enemistades y resultaba un personaje
«incómodo» para algunos medios,
que no deseaban verse envueltos en determinadas polémicas
durante esos años de transición.
Ya en 1980, Huertas entró a trabajar
en el servicio de prensa de la Diputació de
Barcelona, donde permaneció hasta 1982, cuando
se incorporó a la plantilla de El Periódico
de Catalunya. Su paso por este medio fue prolífico
y heterogéneo. Prestó especial atención
a la Barcelona preolímpica (1992),
al criticar con dureza la transformación de la ciudad
gestionada por la Administración. También desarrolló
un periodismo cultural, con crónicas
sobre el mundo del cine o reseñas literarias.
Su estancia en El Periódico,
que duró 20 años, sólo se vio interrumpida
por un paréntesis en el que fue nombrado subdirector
del Diari de Barcelona, de 1988 a 1989.
Tras su paso por El Periódico,
donde fue prejubilado en 2002, los últimos
medios en los que colaboró fueron La Vanguardia
y el diario Avui, que llegaron a publicar artículos
póstumos e inéditos suyos. |