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| (1618) |
| FÁBULA DE PÍRAMO Y TISBE |
| La ciudad de Babilonia, |
| famosa, no por sus muros |
| (fuesen de tierra cocidos |
| o sean de tierra crudos), |
| 5 sino por los dos amantes |
| desdichados, hijos suyos, |
| que muertos, y en un estoque, |
| han peregrinado el mundo, |
| citarista dulce, hija |
| 10 del Archipoeta rubio, |
| si al brazo de mi instrumento |
| le solicitas el pulso, |
| digno sujeto será |
| de las orejas del vulgo: |
| 15 popular aplauso quiero, |
| perdónenme sus tribunos. |
| Píramo, fueron, y Tisbe, |
| los que en verso hizo culto |
| el licenciado Nasón, |
| 20 bien romo o bien narigudo, |
| dejar el dulce candor |
| lastimosamente obscuro |
| al (que túmulo de seda |
| fue, de los dos casquilucios) |
| 25 moral que los hospedó, |
| y fue condenado al punto, |
| si del Tigris no en raíces, |
| de los amantes, en fructos. |
| Estos, pues, dos babilonios |
| 30 vecinos nacieron, mucho, |
| y tanto, que una pared |
| de oídos no muy agudos, |
| en los años de su infancia, |
| oyó a las cunas los tumbos, |
| 35 a los niños los gorjeos, |
| y a las amas los arrullos; |
| oyólos, y aquellos días |
| tan bien la audiencia le supo, |
| que años después se hizo |
| 40 rajas en servicio suyo. |
| En el ínterim nos digan, |
| los mal formados rasguños |
| de los pinceles de un ganso, |
| sus dos hermosos dibujos: |
| 45 terso marfil su esplendor, |
| no sin modestia, interpuso |
| entre las ondas de un sol |
| y la luz de dos carbunclos. |
| Libertad dice llorada |
| 50 el corvo süave yugo |
| de unas cejas, cuyos arcos |
| no serenaron diluvios. |
| Luciente cristal lascivo, |
| la tez, digo, de su vulto, |
| 55 vaso era de claveles |
| y de jazmines, confusos. |
| Árbitro de tantas flores, |
| lugar el olfato obtuvo |
| en forma, no de nariz, |
| 60 sino de un blanco almendruco. |
| Un rubí concede o niega |
| (según alternar le plugo), |
| entre veinte perlas netas, |
| doce aljófares menudos. |
| 65 De plata bruñida, era, |
| proporcionado cañuto, |
| el órgano de la voz, |
| la cerbatana del gusto. |
| Las pechugas, si hubo Fénix, |
| 70 suyas son; si no lo hubo, |
| de los jardines de Venus |
| pomos eran no maduros. |
| El etcétera es de mármol, |
| cuyos relieves ocultos |
| 75 ultraje mórbido hicieran |
| a los divinos desnudos |
| la vez que se vistió Paris |
| la garnacha de Licurgo, |
| cuando Palas, por vellosa, |
| 80 y por zamba perdió Juno. |
| Esta, pues, desde el glorioso |
| umbral de su primer lustro, |
| niña la estimó, el Amor, |
| de los ojos que no tuvo. |
| 85 Creció deidad, creció invidia |
| de un sexo y otro: ¿qué mucho |
| que la fe erigiese aras |
| a quien la emulación culto? |
| Tantas veces, de los templos |
| 90 a sus posadas redujo |
| sin libertad los galanes, |
| y las damas, sin orgullo, |
| que viendo, quien la vistió |
| (nueve meses que la trujo) |
| 95 de terciopelo de tripa, |
| su peligro en los concursos, |
| las reliquias de Tisbica |
| engastó en lo más recluso |
| de su retrete, negado |
| 100 aun a los átomos puros. |
| ¡Oh Píramo lo que hace, |
| joveneto ya robusto |
| que sin alas podía ser |
| hijo de Venus segundo! |
| 105 Narciso no, el de las flores |
| pompa, que vocal sepulcro |
| construyó a su boboncilla |
| en el valle más profundo, |
| sino un Adonis caldeo, |
| 110 ni jarifo ni membrudo, |
| que traía las orejas |
| en las jaulas de dos tufos; |
| su copetazo, pelusa, |
| si tafetán su testuzo, |
| 115 sus mejillas, mucho raso, |
| su bozo, poco velludo; |
| dos espadas eran, negras |
| a lo dulcemente rufo, |
| sus cejas, que las doblaron |
| 120 dos estocadas de puño. |
| Al fin, en Píramo quiso |
| encarnar Cupido un chuzo, |
| el mejor de su armería, |
| con su herramienta al uso. |
| 125 Este, pues, era el vecino, |
| el amante, y aun el cuyo, |
| de la tórtola doncella, |
| gemidora a lo viudo; |
| que de las penas de Amor |
| 130 encarecimiento es sumo |
| escuchar ondas sediento |
| quien siente frutas ayuno. |
| Intimado el entredicho |
| de un ladrillo, y otro, duro, |
| 135 llorando Píramo estaba |
| apartamientos conjuntos, |
| cuando fatal carabela, |
| émula (mas no) del humo |
| (en los corsos repetidos), |
| 140 aferró puerto seguro: |
| familïar tapetada |
| que, aun a pesar de lo adusto, |
| alba fue, y alba a quien debe |
| tantos solares anuncios. |
| 145 Calificarle sus pasas, |
| a fuer de aurora, propuso: |
| los críticos me perdonen |
| si dijere con ligustros. |
| Abrazóla, sobarcada |
| 150 (y no de clavos malucos), |
| en nombre de la azucena |
| desmentidora del tufo, |
| siendo aforismo aguileño |
| que matar basta a un difunto |
| 155 cualquier olor de costado, |
| o sea morcillo o rucio. |
| Al estoraque de Congo |
| volvamos, Dios en ayuso, |
| a la que cuatro de a ocho |
| 160 argentaron el pantuflo: |
| avispa con libramiento |
| no voló como ella anduvo; |
| menos un torno responde |
| a los devotos impulsos, |
| 165 que la mulata se gira |
| a los pensamientos mudos. |
| ¡Oh Destino, inducidor |
| de los que has de ser verdugo! |
| Un día que subió Tisbe, |
| 170 humedeciendo discursos, |
| a enjugarlos en la cuerda |
| de un inquïeto columpio, |
| halló en el desván acaso |
| una rima que compuso |
| 175 el tiempo, sin ser poeta, |
| más clara que las de alguno. |
| Había la noche antes |
| soñado sus infortunios, |
| y viendo el resquicio entonces, |
| 180 «Esta es -dijo-, no dudo, |
| esta, Píramo, es la herida |
| que en aquel sueño importuno |
| abrió dos veces el mío |
| cuando una el pecho tuyo. |
| 185 La fe que se debe a sueños |
| y a celestiales influjos |
| bien lo dice, de mi ama, |
| el incrédulo repulgo. |
| ¿Lo que he visto a ojos cerrados |
| 190 más auténtico presumo |
| que del amor que conozco |
| los favores que descubro? |
| Efecto improviso es, |
| no de los años diuturno, |
| 195 sino de un niño, en lo flaco, |
| y de un dios, en lo oportuno: |
| pared que nació conmigo, |
| del Amor sólo el estudio, |
| no la fuerza de la edad, |
| 200 desatar sus piedras pudo; |
| mas, ay, que taladró niño |
| lo que dilatara astuto, |
| que no poco daño a Troya |
| breve portillo introdujo; |
| 205 la vista que nos dispensa |
| le desmienta el atributo |
| de ciego en la, que le ata, |
| ociosa venda, el abuso». |
| Llegó en esto la morena, |
| 210 los talares de Mercurio |
| calzada en la diligencia |
| de seis argentados puntos, |
| y viendo extinguidos ya |
| sus poderes absolutos |
| 215 por el hijo de la tapia |
| que tiene veces de nuncio, |
| si distinguir se podía |
| la turbación de lo turbio, |
| su ejercicio ya frustrado |
| 220 le dejó el ébano, sucio; |
| otorgó al fin el infausto |
| advocamiento futuro |
| y, citando la otra parte, |
| sus mismos autos repuso. |
| 225 Con la pestaña de un lince |
| barrenando estaba el muro, |
| si no adormeciendo Argos, |
| de la suegra substitutos, |
| cuando, Píramo, citado, |
| 230 telares rompiendo inmundos |
| que la émula de Palas |
| dio a los divinos insultos, |
| «Barco ya de vistas -dijo-, |
| angosto no, sino augusto, |
| 235 que velas hecho tu lastre, |
| nadas más cuando más surto: |
| poco espacio me concedes, |
| mas basta, que a Palinuro |
| mucho mar le dejó ver, |
| 240 el primero breve surco. |
| Si a un leño, conducidor |
| de la conquista o del hurto |
| de una piel, fueron los dioses |
| remuneradores justos, |
| 245 a un bajel que pisa inmóvil |
| un Mediterráneo enjuto |
| con los suspiros de un sol, |
| bien le deberán coluros; |
| tus bordes beso piloto, |
| 250 ya que no tu quilla buzo, |
| si, revocando su voz, |
| favorecieres mi asunto». |
| Dando luego a sus deseos |
| el tiempo más oportuno, |
| 255 frecuentaron el desván, |
| escuela ya de sus cursos; |
| lirones siempre de Febo |
| y de Dïana lechuzos, |
| se bebían las palabras |
| 260 en el polvo del conducto. |
| ¡Cuántas veces, impaciente, |
| metió el brazo, que no cupo, |
| el garzón, y lo atentado |
| le revocaron por nulo! |
| 265 ¡Cuántas, el impedimento |
| acusaron de consuno |
| al pozo que es de por medio, |
| si no se besan los cubos! |
| Orador, Píramo, entonces, |
| 270 las armas jugó de Tulio, |
| que no hay áspid vigilante |
| a poderosos conjuros. |
| Amor, que los asistía, |
| el vergonzoso capullo |
| 275 desnudó a la virgen rosa |
| que desprecia el tirio jugo; |
| abrió su esplendor la boba, |
| y a seguillo se dispuso: |
| trágica resolución |
| 280 digna de mayor coturno. |
| Media noche era por filo, |
| hora que el farol nocturno, |
| reventando de muy casto, |
| campaba de muy sañudo, |
| 285 cuando tropezando Tisbe |
| a la calle dio el pie zurdo, |
| de no pocos endechada |
| caniculares aúllos. |
| Dejó la ciudad de Nino, |
| 290 y al salir, funesto búho |
| alcándara hizo umbrosa |
| un verdinegro aceituno. |
| Sus pasos dirigió donde |
| por las bocas de dos brutos |
| 295 tres o cuatro siglos ha |
| que está escupiendo Neptuno; |
| cansada llegó a su margen, |
| a pesar del abril, mustio, |
| y lagrimosa la fuente |
| 300 enronqueció su murmurio. |
| Olmo que en jóvenes hojas |
| disimula años adultos, |
| de su vid florida entonces |
| en los más lascivos nudos, |
| 305 un rayo, sin escuderos |
| o de luz o de tumulto, |
| le desvaneció la pompa |
| y el tálamo descompuso; |
| no fue nada: a cien lejías |
| 310 dio ceniza. ¡Oh cielo injusto, |
| si tremendo en el castigo, |
| portentoso en el indulto!: |
| la planta más convecina |
| quedó verde; el seco junco |
| 315 ignoró aun lo más ardiente |
| del acelerado incurso. |
| Cintia caló el papahígo, |
| a todo su plenilunio, |
| de temores velloríes |
| 320 que ella dice que son nublos. |
| Tisbe, entre pavores tantos |
| solicitando refugios, |
| a las rüinas apela |
| de un edificio caduco. |
| 325 Ejecutarlo quería, |
| cuando la selva produjo |
| del egipcio o del tebano |
| un cleoneo trïunfo, |
| que en un prójimo cebado, |
| 330 no sé si merino o burdo, |
| babeando sangre, hizo |
| el cristal líquido, impuro. |
| Temerosa de la fiera |
| aun más que del estornudo |
| 335 de Júpiter, puesto que |
| sobresalto fue machucho, |
| huye, perdiendo en la fuga |
| su manto: fatal descuido, |
| que protonecio hará |
| 340 al señor Piramiburro. |
| A los portillos se acoge |
| de aquel antiguo reducto, |
| noble ya edificio, ahora |
| jurisdicción de Vertumno; |
| 345 alondra no con la tierra |
| se cosió al menor barrunto |
| de esmerjón, como la triste, |
| con el tronco de un saúco. |
| Bebió la fiera, dejando |
| 350 torpemente rubicundo |
| el cendal que fue de Tisbe, |
| y el bosque penetró inculto. |
| En esto llegó el tardón, |
| que la ronda lo detuvo |
| 355 sobre quitalle el que fue, |
| aun envainado, verdugo. |
| Llegó, pisando cenizas |
| del lastimoso trasunto |
| de sus bodas, a la fuente, |
| 360 al término constituto, |
| y no hallando la moza, |
| entre ronco y tartamudo |
| se enjaguó con sus palabras, |
| regulador de minutos; |
| 365 de su alma la mitad |
| cita a voces, mas sin fruto, |
| que socarrón se las niega |
| el eco más campanudo. |
| Troncos examina huecos, |
| 370 mas no le ofrece ninguno |
| el panal que solicita |
| en aquellos senos rudos. |
| Madama Luna a este tiempo, |
| a petición de Saturno, |
| 375 el velo corrió al melindre |
| y el papahígo depuso, |
| para leer los testigos |
| del proceso ya concluso |
| que publicar mandó el hado, |
| 380 cuál más, cuál menos, perjuro: |
| las huellas cuadrupedales |
| del coronado abrenuncio, |
| que en esta sazón bramando |
| tocó a vísperas de susto; |
| 385 las espumas, que la hierba |
| más sangrientas las expuso |
| que el signo las babeó, |
| rugiente pompa de julio; |
| indignamente estragados, |
| 390 los pedazos mal difusos |
| del velo de su retablo, |
| que ya de sus duelos juzgo: |
| violos y, al reconocellos, |
| mármol, obediente al duro |
| 395 sincel de Lisipo, tanto |
| no ya desmintió lo esculpto, |
| como Píramo, lo vivo, |
| pendiente en un pie a lo grullo, |
| sombra hecho de sí mismo |
| 400 con facultades de bulto. |
| Las señas repite falsas |
| del engaño a que lo indujo |
| su fortuna, contra quien |
| ni lanza vale ni escudo; |
| 405 esparcidos imagina |
| por el fragoso arcabuco |
| (¿ebúrneos diré, o divinos?: |
| divinos digo, y ebúrneos) |
| los bellos miembros de Tisbe; |
| 410 y aquí otra vez se traspuso, |
| fatigando a Praxiteles |
| sobre copiallo de estuco. |
| La Parca, en esto, las manos |
| en la rueca y en el huso, |
| 415 y los ojos, como dicen, |
| en el vital estatuto, |
| inexorable sonó |
| la dura tisera, a cuyo |
| mortal son Píramo, vuelto |
| 420 del parasismo profundo, |
| el acero que Vulcano |
| templó en venenosos zumos, |
| eficazmente mortales |
| y mágicamente infusos, |
| 425 valeroso desnudó, |
| y no como el otro Mucio |
| asó intrépido la mano, |
| sino el asador tradujo |
| por el pecho a las espaldas. |
| 430 ¡Oh tantas veces insulso |
| cuantas vueltas a tu hierro |
| los siglos darán futuros! |
| ¿Tan mal te olía la vida? |
| ¡Oh bien hideputa puto |
| 435 el que sobre tu cabeza |
| pusiera un cuerno de juro! |
| De vïolas coronada |
| salió la Aurora con zuño, |
| cuando un suspiro de a ocho, |
| 440 aunque mal distinto el cuño |
| (cual, engañada, avecilla, |
| del cautivo contrapunto, |
| a implicarse desalada |
| en la hermana del engrudo), |
| 445 la llevó donde el cuitado |
| en su postrimero turno |
| desperdiciaba la sangre |
| que recibió por embudo. |
| Ofrecióle su regazo |
| 450 (y yo le ofrezco en su muslo |
| desplumadas las delicias |
| del pájaro de Catulo), |
| en cuanto, boca con boca, |
| confitándole disgustos |
| 455 y heredándole aun los tractos |
| menos vitales estuvo. |
| Expiró al fin en sus labios, |
| y ella, con semblante enjuto |
| que pudiera por sereno |
| 460 acatarrar un centurio |
| con todo su morrïón, |
| haciendo al alma trabuco |
| de un ay, se caló en la espada |
| aquella vez que le cupo. |
| 465 Pródigo desató el hierro, |
| si crüel, un largo flujo |
| de rubíes de Ceilán |
| sobre esmeraldas de Muso. |
| Hermosa quedó la muerte |
| 470 en los lilios amatuntos, |
| que salpicó dulce hielo, |
| que tiñó palor venusto. |
| Llorólos, con el Eufrates, |
| no solo el fiero Danubio, |
| 475 el siempre Araxes flechero, |
| cuándo parto y cuándo turco, |
| mas con su llanto lavaron |
| el Bucentoro diurno, |
| cuando sale, el Ganges loro, |
| 480 cuando vuelve, el Tajo rubio. |
| El blanco moral, de cuanto |
| humor se bebió purpúreo, |
| sabrosos granates fueron |
| o testimonio o tributo. |
| 485 Sus muy reverendos padres, |
| arrastrando luengos lutos |
| con más colas que cometas, |
| con más pendientes que pulpos, |
| jaspes, y de más colores |
| 490 que un áulico disimulo, |
| ocuparon en su huesa, |
| que el Syro llama sepulcro; |
| aunque es tradición constante, |
| si los tiempos no confundo |
| 495 (de cronógrafos, me atengo |
| al que calzare más justo), |
| que ascendiente pío de aquel |
| desvanecido Nabuco |
| que pació el campo medio hombre, |
| 500 medio fiera y todo mulo, |
| en urna dejó, decente, |
| los nobles polvos, inclusos, |
| que absolvieron de ser huesos |
| cinamomo y calambuco, |
| 505 y en letras de oro: Aquí yacen |
| individuamente juntos, |
| a pesar del amor, dos, |
| a pesar del número, uno. |
La ciudad de Babilonia
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona