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| (1593) |
| Murmuraban los rocines |
| a la puerta de palacio, |
| no en sonorosos relinchos |
| (que eso es ya muy de caballos), |
| 5 sino en bestial idïoma, |
| ni gruñendo ni rifando, |
| para mejor engañar |
| las varas de los lacayos. |
| Cabecijuntos murmuran, |
| 10 tres a tres y cuatro a cuatro, |
| de sus amos, lo primero, |
| por más parecer crïados. |
| Un castaño comenzó, |
| rocín portugués, fidalgo, |
| 15 cuyo pelo es un erizo, |
| por ser fruta de castaño, |
| con más paramentos negros |
| que el rocín de Arias Gonzalo, |
| que en la cadera y el luto |
| 20 más es tumba que caballo: |
| «Sirvo -les dijo- a un ratiño, |
| Macías enamorado, |
| tan flaco en la carne él |
| como yo en los huesos flaco. |
| 25 Como un esclavo le sirvo, |
| aunque nunca me ha herrado |
| ni la cadera con ese |
| ni la herradura con clavo. |
| Dos cosas pretende en corte, |
| 30 y ambas me cuestan mis pasos: |
| la verde insignia de Avís |
| y un serafín castellano; |
| porque en África su abuelo |
| mató un león cuartanario, |
| 35 desde una palma subido, |
| de cuarenta arcabuzazos, |
| fatiga tanto al Consejo, |
| y al Amor fatiga tanto, |
| que no irá cruzado el pecho |
| 40 sin ir el rostro cruzado, |
| porque el padre de la moza |
| me dicen que le ha jurado |
| de darle la cruz, en leño, |
| que él pide al Consejo en paño». |
| 45 Apenas el portugués |
| acabó sus quejas, cuando |
| una remendada pía |
| de un comiscal cortesano, |
| mordiendo el freno tres veces |
| 50 y otras tres humo espirando |
| (que es cólera, a lo que escriben |
| autores arrocinados), |
| «Sirvo -les dice- a un pelón, |
| que no solo ha veinte años |
| 55 que come de aventurero, |
| mas que duerme de prestado. |
| Con esta gualdrapa corta, |
| y tan corta que ha guardado |
| mejor que si fuera cuello |
| 60 la medida del dozavo, |
| la tercia parte me cubre |
| deste nudoso espinazo, |
| que puede ser mojonera |
| de un término pleiteado. |
| 65 No hay halcón hoy en Noruega, |
| donde el sol es más escaso, |
| tan solícito en cebarse |
| como mi dueño, o mi daño, |
| que volando pico al viento |
| 70 sale muy bien santiguado |
| a escuchar los almireces |
| de las casas do hacen plato: |
| éntrase donde los oye, |
| limpiándose los zapatos, |
| 75 y déjame a la pared |
| pegado como gargajo; |
| no sé cómo lo reciben, |
| mas sí sé que días hartos, |
| mirándome a mí los pajes, |
| 80 esto salen murmurando: |
| -Juro a Dios que en el comer |
| es, el dueño deste haco, |
| sabañón en el invierno, |
| salpullido en el verano. |
| 85 Desciende luego tras ellos, |
| a mi pesar, porque al cabo |
| ya que no hay cebada hay ocio, |
| que no es mal pienso el descanso; |
| cobíjame los cuadriles |
| 90 y sale podenqueando |
| nuevas que el día siguiente |
| valgan cocido y asado». |
| De un procurador de cortes |
| habló allí un rocín más largo |
| 95 que una noche de diciembre |
| para un hombre mal casado: |
| «Escuchado he vuestras quejas |
| con las orejas de un palmo, |
| y a no sentir yo mis duelos, |
| 100 sintiera vuestros trabajos: |
| diez años tiramos juntos |
| por toda tierra de campos |
| yo y un tío de Babieca |
| el carretón de Laín Calvo; |
| 105 serví a condes, serví a reyes, |
| hasta que por varios casos |
| tendimus in Latium, digo, |
| me miráis tendido y lacio. |
| Trájome a Madrid mi dueño, |
| 110 donde apenas hay establo |
| a do quepa mi largueza, |
| si no duermo como galgo; |
| la calle Mayor abrevio, |
| y la carrera del Prado |
| 115 desde el copete a la cola |
| la ocupo, si no la paso: |
| como tan largo me ven, |
| piensan todos los muchachos |
| que soy algún pasadizo |
| 120 de la posada a palacio. |
| Por descendiente me juzgan |
| los que me miran de espacio, |
| en la materia y la forma, |
| de aquel caballo troyano, |
| 125 y si como tanto hierro |
| como se queja mi amo, |
| ya que no lo esté de griegos, |
| estaré lleno de armados; |
| de noche me quita el freno, |
| 130 porque dice que lo gasto, |
| y lo pongo en cuatro días |
| como soneto limado». |
| No le consintió acabar |
| un extranjero cuartago, |
| 135 porque entendió que tenía |
| razones de su tamaño: |
| «No sirvo -dijo- a pelones, |
| como vosotros, cuitados, |
| sino a un extranjero rico, |
| 140 miserable por el cabo; |
| y advertid que, siendo aquestos |
| hombres míseros y avaros, |
| veréis que se llaman todos |
| o Césares o Alejandros: |
| 145 la paja me da por libras, |
| la cebada, por puñados, |
| y para engañar mi hambre, |
| este artífice de engaños, |
| unos antojos me pone |
| 150 de unos vidrios tan doblados, |
| que hacen de una paja ciento, |
| y cuatrocientos, de un grano. |
| Pero bien me satisfice |
| desta burla y deste agravio |
| 155 un día, cuya memoria |
| a la venganza consagro: |
| solía decir, trayéndome |
| por las caderas la mano: |
| -Como un banco estás, amigo, |
| 160 poco te luce el regalo. |
| Tantas veces me lo dijo, |
| que una dellas por un lado |
| le di muy bien a entender |
| que tenía pies el banco». |
| 165 Dieron entonces las once, |
| y al mismo punto dejaron |
| su plática los rocines, |
| sus quínolas, los lacayos. |
| Cualquier docto en esta lengua |
| 170 podrá mañana temprano |
| ir a escuchar otro poco |
| las mulas de los letrados. |
Murmuraban los rocines
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona