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| (1584) |
| Aquí entre la verde juncia |
| quiero, como el blanco cisne |
| que envuelta en dulce armonía |
| la dulce vida despide, |
| 5 despedir mi vida amarga |
| envuelta en endechas tristes, |
| y querellarme de aquella |
| tan hermosa como libre. |
| Descanse entretanto, el arco, |
| 10 de la cuerda que lo aflige, |
| y pendiente de sus ramos |
| orne esta planta de Alcides, |
| mientras yo a la tortolilla |
| que sobre aquel olmo gime |
| 15 le hurto todo el silencio |
| que para sus quejas pide. |
| Bellísima cazadora, |
| más fiera que las que sigues |
| por los bosques, cruel verdugo |
| 20 de mis años infelices: |
| tan grandes son tus extremos |
| de hermosa y de terrible, |
| que están los montes en duda |
| si eres diosa o si eres tigre. |
| 25 Préciaste de tan soberbia |
| contra quien es tan humilde, |
| que, considerados bien, |
| todos los monteros dicen |
| que los dos nos parecemos |
| 30 al robre que más resiste |
| los soplos del viento airado, |
| tú en ser dura, yo en ser firme; |
| en esto sólo eres robre, |
| y en lo demás, flaca mimbre, |
| 35 no sólo a los recios vientos, |
| mas a los aires subtiles. |
| Ya no persigues crüel, |
| después que a mí me persigues, |
| a los ciervos voladores |
| 40 ni a los fieros jabalíes; |
| ni de tu dichoso albergue |
| las nobles paredes visten, |
| los despojos de las fieras |
| que, como a mí, muerte diste, |
| 45 no porque no gustes dello, |
| sino por que no te obligue |
| el encontrarme en la caza |
| a que siquiera me mires. |
| Los monteros te suspiran |
| 50 por todos estos confines, |
| y el mismo monte se agravia |
| de que tus pies no lo pisen, |
| por el rastro que dejaban |
| de rosas y de jazmines, |
| 55 tanto, que eran a sus campos, |
| tus dos plantas, dos abriles. |
| Haz tu gusto, que yo quiero |
| dejar (pues de ello te sirves) |
| el espíritu cansado |
| 60 que mis flacos miembros rige; |
| conseguiremos en esto |
| ambos a dos nuestros fines: |
| tú, el de crüel en dejarme, |
| yo, el de leal en morirme. |
| 65 Tú, rey de los otros ríos, |
| que de las sierras sublimes |
| de Segura al oceano |
| el fértil terreno mides, |
| pues en tu dichoso seno |
| 70 tantas lágrimas recibes |
| de mis ojos que en el mar |
| entran dos Guadalquivires, |
| ruégote que su crueldad |
| y mi firmeza publiques |
| 75 por todo el húmedo reino |
| de la gran madre de Aquiles, |
| por que no sólo en las selvas, |
| mas los que en las aguas viven, |
| conozcan quién es Daliso |
| 80 y quién es la ingrata Nise. |
Aquí entre la verde juncia
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona