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| (1582) |
| En la pedregosa orilla |
| del turbio Guadalmellato, |
| que al claro Guadalquivir |
| le paga el tributo en barro, |
| 5 guardando unas flacas yeguas, |
| a la sombra de un peñasco, |
| con la mano en la muñeca |
| estaba el pastor Galayo; |
| pastor pobre y sin abrigo |
| 10 para los hielos de mayo, |
| no más de por estar roto |
| desde el tronco a lo más alto. |
| Quejábase reciamente |
| del Amor, que lo ha matado |
| 15 en la mitad de los lomos |
| con el arpón de un tejado, |
| por la linda Teresona, |
| ninfa que siempre ha guardado, |
| orillas de Vecinguerra, |
| 20 animales vidrïados, |
| hija de padres que fueron |
| pastores de este ganado, |
| el uno, orilla de Esgueva, |
| el otro, orilla de Darro. |
| 25 De esta, pues, Galayo andaba |
| tiesamente enamorado, |
| lanzando del pecho ardiente |
| regüeldos amartelados. |
| No siente tanto el desdén |
| 30 con que della era tratado, |
| cuanto la terrible ausencia |
| le comía medio lado; |
| aunque para consolarse |
| sacaba de rato en rato |
| 35 un cordón de sus cabellos, |
| y tejido de su mano, |
| tan delicado y curioso, |
| tan curioso y delicado, |
| que si el cordón es tomiza |
| 40 los cabellos son esparto. |
| Con lágrimas lo humedece |
| el yegüero desdichado, |
| aunque después con suspiros |
| quedó enjuto y perfumado, |
| 45 y en un papelón de estraza, |
| habiéndolo antes besado, |
| lo envuelve; y saca, del seno, |
| de su pastora un retrato |
| que en un pedazo de anjeo, |
| 50 no sin primor ni trabajo, |
| con una espátula vieja |
| se lo pintó un boticario, |
| y, clavando en él la vista, |
| en tono romadizado |
| 55 estos versos cantó, al son |
| de un mortero y de su mano: |
| «Dulce retrato de aquella |
| enemiga desabrida |
| que para acabar mi vida |
| 60 no tiene en sus ojos mella: |
| la paciencia se me apoca |
| de ver cuán al vivo tienes |
| la frente entre las dos sienes |
| y los dientes en la boca, |
| 65 y que es tal el regalado |
| mirar de tus ojos bellos, |
| que el que está más lejos dellos, |
| ese está más apartado; |
| y así, aunque me hagan guerra, |
| 70 mirándolos me estaría, |
| toda la noche y el día, |
| comiendo turmas de tierra. |
| Retrato, pues, soberano, |
| que, según es tu primor, |
| 75 tuvo al hacerte, el pintor, |
| cinco dedos en su mano: |
| si no quies verme difunto, |
| según por ti me derriengo, |
| mírame, pues ves que tengo |
| 80 la nariz tan en su punto; |
| mírame, ninfa gentil, |
| que ayer me miré en un charco, |
| y vi que era rubio y zarco, |
| como Dios hizo un candil». |
En la pedregosa orilla
Última actualitzación
03.07.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona