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(1617) |
PANEGÍRICO AL DUQUE DE LERMA |
I |
Si arrebatado merecí algún día |
tu dictamen, Euterpe, soberano, |
bese el corvo marfil hoy desta mía |
sonante lira tu divina mano; |
5 émula de las trompas su armonía, |
el séptimo trïón de nieves cano, |
la adusta Libia, sorda aun más, lo sienta, |
que los áspides fríos que alimenta. |
II |
Oya el canoro hueso de la fiera, |
10 pompa de sus orillas, la corriente |
del Ganges, cuya bárbara ribera |
baño es supersticioso del oriente; |
de venenosa pluma, si ligera, |
armado lo oya el Marañon valiente, |
15 y débale a mis números, el mundo, |
del fénix de los Sandos un segundo. |
III |
Segundo en tiempo, sí, mas primer Sando |
en togado valor; dígalo armada |
de paz su diestra, díganlo trepando, |
20 las ramas de Minerva, por su espada, |
bien que desnudos sus aceros, cuando |
cerviz rebelde o religión postrada |
obligan a su rey que tuerza, grave, |
al templo del bifronte dios la llave. |
IV |
25 Este, pues, digno sucesor del claro |
Gómez Diego, del Marte cuya gloria |
a las alas hurtó, del tiempo avaro, |
cuantas le prestó plumas a la historia; |
este, a quien guardará mármoles Paro, |
30 que informe el arte, anime la memoria, |
su primer cuna al Duero se la debe, |
si cristal no fue tanto cuna breve. |
V |
Del Sandoval, que a Denia aun más corona |
de majestad que al mar de muros ella, |
35 Isabel nos lo dio, que al sol perdona |
los rayos que él a la menor estrella; |
hija del que la más luciente zona |
pisa glorioso, porque humilde huella |
(general de una santa compañía) |
40 las insignias ducales de Gandía. |
VI |
Alta resolución, merecedora |
del que ya le previene digno culto |
su nieto generoso, oculto ahora |
bien que prescribe su esplendor lo oculto: |
45 debido nicho la piedad le dora; |
la devoción al no formado vulto |
de bálsamo, en el oro que aun no pende, |
alimenta los rayos que le enciende. |
VII |
Joven después, el nido ilustró mío, |
50 redil ya numeroso del ganado |
que el silbo oyó de su glorioso tío, |
pastor de pueblos bienaventurado; |
con labio alterno, aun hoy, el sacro río |
besa el nombre en sus árboles grabado. |
55 ¡Tanta le mereció Córdoba, tanta |
veneración a su memoria santa! |
VIII |
Dulce bebía en la prudente escuela |
ya la doctrina del varón glorioso, |
ya centellas de sangre con la espuela |
60 solicitaba al trueno generoso, |
al caballo veloz, que envuelto vuela |
en polvo ardiente, en fuego polvoroso; |
de Quirón no biforme aprende luego |
cuantas ya fulminó armas el griego. |
IX |
65 Tal vez la fiera que mintió al amante |
de Europa, con rejón luciente agita; |
tal, escondiendo en plumas el turbante, |
escaramuzas bárbaras imita; |
dura pala, si puño no pujante, |
70 viento dando a los vientos, ejercita, |
la vez que el monte no fatiga, vasto, |
Hipólito galán, Adonis casto. |
X |
De espumas, sufre el Betis, argentado, |
remos que lo conduzgan, ofreciendo |
75 el oro al tierno Alcides, que guardado |
del vigilante fue, dragón horrendo; |
delicias solicita su cuidado |
a las nudosas redes, expuniendo |
lo que incógnito más sus aguas mora, |
80 que extraña el cónsul, que la gula ignora. |
XI |
Napea en tanto a descubrir comienza |
bien peinado cabello, mal enjuto, |
siendo al Betis un rayo de su trenza |
lo que es al Tajo su mayor tributo; |
85 salió al fin, y hurtando con vergüenza |
sus bellos miembros a silvano astuto, |
que infamar le vio un álamo prolijo, |
esto en sonantes nácares predijo: |
XII |
«Crece, oh de Lerma tú, oh tú de España |
90 bien nacido esplendor, firme coluna, |
que al bien creces común, si no me engaña |
el oráculo ya de tu fortuna; |
Cloto el vital estambre de luz baña |
al que Mercurio le previene cuna, |
95 al santo rey que a tu consejo cano |
los años deberá de Octavïano». |
XIII |
Siguió a la voz, mas sin dejar rompido |
a Juno el dulce transparente seno, |
aplauso celestial, que fue al oído |
100 trompa luciente, armonïoso trueno. |
A mayoral en esto promovido |
su pastor sacro, el margen pisó, ameno, |
en que, de velas coronado, el Betis |
los primeros abrazos le da a Tetis. |
XIV |
105 No después mucho lazos tejió iguales |
de Calíope el hijo intonso al bello |
garzón augusto, que a coyundas tales |
rindió no solo, mas expuso el cuello: |
abeja de los tres lilios reales, |
110 dándole Amor sus alas para ello, |
dulce aquella libó, aquella divina |
del cielo flor, estrella de Medina, |
XV |
deidad, que en isla no que errante baña |
incierto mar luz gémina dio al mundo, |
115 sino Apolos lucientes dos a España, |
y tres Dïanas de valor fecundo; |
gloria del tiempo Uceda, honor Saldaña, |
orbes son del primero y del segundo; |
sidonios muros besan hoy la plata |
120 que ilustra la alta Niebla que desata. |
XVI |
La antigua Lemus de real corona |
ínclito es rayo su menor almena |
a la segunda hija de Latona, |
que de Sebeto aun no pisó la arena, |
125 cuando al silencio métrico perdona |
la tantos siglos ya muda sirena, |
cantando las, que invidia el sol, estrellas, |
negras dos, cinco azules, todas bellas. |
XVII |
De un duque esclarecido la tercera |
130 Cintia el siempre feliz tálamo honora, |
la que, bien digna de mayor esfera, |
su luz abrevia Peñaranda ahora; |
al padre en tanto de su primavera |
los verdes años ocio no desflora, |
135 marqués ya en Denia, cuyo excelso muro |
de africanos piratas freno es, duro. |
XVIII |
Al régimen atento de su estado, |
a sus penates lo admitió el prudente |
Filipo, afecto a su elocuente agrado, |
140 aun entre acciones mudas elocuente. |
Ya, mal distinto entonces, el rosado |
propicio albor del Héspero luciente, |
que ilustra dos eclípticas ahora, |
purpureaba al Sandoval que hoy dora. |
XIX |
145 Cetro superior, fuerza süave |
a la gracia, si bien implume, hacía |
del pollo, Fénix hoy que apenas cabe |
en los prolijos términos del día, |
de quien será en los siglos la más grave, |
150 la mayor gloria de su monarquía: |
elección grata al cielo aun en la cuna, |
si a la emulación áulica importuna; |
XX |
a la invidia, no ya a la que el veneno |
del quelidro, que más el sol calienta, |
155 sino el alado precipicio ajeno |
de las frustradas ceras alimenta; |
esta, pues, que aun el más oculto seno |
de los augustos lares pisa lenta, |
celante altera el judicioso terno |
160 de los sátrapas ya de aquel gobierno. |
XXI |
Mentida un Tulio, en cuantos el senado |
ambages de oratoria le oyó, culta, |
la hiedra acusa, que del levantado |
apenas muro la estructura oculta; |
165 temor induce, y del temor cuidado, |
tan ponderosamente, que resulta |
la merced castigada, que en Valencia |
los eslabones arrastró, de ausencia. |
XXII |
¡Oh ceguedad! ¿Acuerdo intenta humano |
170 fatal corregir curso fácilmente? |
Tal ya de su reciente mies villano |
divertir pretendió raudo torrente; |
mucho le opuso monte, mas en vano, |
bien que, desenfrenada su corriente, |
175 a cuanta Ceres inundó, vecina, |
riego le fue la que temió rüina. |
XXIII |
Sale al fin, y del Turia la ribera, |
vestida siempre de frondosas plantas, |
dulce continüada primavera |
180 le jura muchas veces a sus plantas. |
De apacibilidad hace, severa, |
homenaje recíproco otras tantas |
el virrey, confirmando, su gobierno, |
ósculo de justicia y paz alterno. |
XXIV |
185 Examinó tres años su divino |
talento el que no solo de alabanza, |
mas de premio, paréntesis bien dino |
al período fue, de su privanza. |
Dejando al Turia sus delicias, vino |
190 donde ya le tejía la esperanza |
los verdes rayos de aquel árbol solo |
que los abrazos mereció de Apolo. |
XXV |
Camina, pues, de afectos aplaudido |
a expectación tan infalible iguales, |
195 cual del puente espacioso que has roído |
con diente oculto, Guadïana, sales, |
de los campos, apenas contenido, |
que templo son bucólico de Pales. |
La ceremonia en su recebimiento, |
200 oro calzada, plumas le dio al viento. |
XXVI |
No del impulso conducido vano |
de la ambición, al pie de su gran dueño |
asciende, en cuya poderosa mano |
dos mundos continente son, pequeño; |
205 alas batiendo luego, al soberano |
sucesor se remonta, en cuyo ceño |
se ríe el Alba, Febo reverbera, |
águila generosa de su esfera. |
XXVII |
Menos dulce a la vista satisface |
210 cristal, o de las rosas ocupado |
o del clavel que con la Aurora nace |
de aljófares purpúreos coronado, |
que un pecho augusto: ¡oh cuánta al favor yace |
-en líbica no arena, en varïado |
215 jaspe luciente sí- pálida insidia, |
bebiendo celos, vomitando invidia! |
XXVIII |
Servía y agradaba; esta le cuente |
felicidad, y en urna sea, dorada, |
piedra, si breve, la que más luciente |
220 la antigüedad tenía destinada; |
servía, y el enfermo rey prudente, |
de su vida la meta ya pisada, |
con el hijo asentía en el afeto, |
dignando de dos gracias un sujeto. |
XXIX |
225 Al mayor ministerio proclamado |
de los fogosos hijos fue, del viento, |
que al Betis le bebieron ya el dorado, |
ya el cerúleo color de su elemento; |
de sus miembros en esto desatado |
230 el rey padre, luz nueva al firmamento |
en nueva imagen dio: pórfido sella |
la porción que no pudo ser estrella. |
XXX |
El heredado auriga, Faetón solo |
en la edad, no Faetón en la osadía, |
235 al dïadema de luciente Apolo |
en sombra obscura perdonó algún día; |
luto vestir al uno y otro polo |
hizo, si anegar no su monarquía |
en lágrimas, que pío enjugó luego |
240 de funerales piras sacro fuego. |
XXI |
Entre el esplendor, pues, alimentado |
de flores ya, süave ahora cera, |
y el dulcemente aroma lagrimado |
que fragrante del aire luto era, |
245 los oráculos hizo, del estado, |
digna merced del Sandoval, primera, |
el Júpiter novel, de más coronas |
ceñido que sus orbes dos de zonas. |
XXXII |
Su hombro ilustra luego suficiente |
250 el peso de ambos mundos, soberano, |
cual la estrellada máquina luciente |
doctas fuerzas de monte hoy africano: |
ministro escogió tal, a quien valiente |
absuelto de sus vínculos en vano |
255 el inmenso hará, el celestial orbe |
que opreso gima, que la espalda corve. |
XXXIII |
Próvido el Sando al gran consejo agrega |
de espada votos, y de toga, armados, |
que cuarto apenas admitió colega |
260 la ambición de los triúnviros pasados; |
de competente número la griega, |
la prudencia romana sus senados |
establecieron; bárbaro hoy imperio |
concede a pocos tanto ministerio. |
XXXIV |
265 Tan exhausta, si no tan acabada, |
halló no solo la real hacienda, |
mas lastimosa aun a la insacïada |
del interés voracidad horrenda, |
que España, del marqués solicitada, |
270 generosa a su rey le hizo ofrenda, |
siglos de oro arrogándose la tierra, |
Copia la paz y crédito la guerra. |
XXXV |
Confirmóse la paz, que establecida |
dejó en Vervin Filipo ya, segundo, |
275 que las últimas sombras de su vida, |
puertas de Jano, horror fueron del mundo; |
de álamos temió entonces vestida |
la urna del Erídano profundo |
sombras que le hicieron, no ligeras, |
280 sus Helíades no, nuestras banderas. |
XXXVI |
Alegre en tanto, vida luminosa |
el hijo de la musa solicita |
a la tea nupcial, que perezosa |
le responde su llama en luz crinita; |
285 en sus conchas el Savo la hermosa, |
guardó al tercer Filipo, Margarita, |
cuyo candor en mejor cielo ahora |
süave es risa de perpetua Aurora. |
XXXVII |
Esta, pues, gloria nuestra, conducida |
290 con esplendor real, con pompa rara |
de Graz, con mayor fausto recebida |
del octavo Clemente fue en Ferrara. |
De joya tal quedando enriquecida |
tan gran corona, de tan gran tïara, |
295 en leños de Liguria el mar incierto |
vencido, Vinaroz le dio su puerto. |
XXXVIII |
De Valencia inundaba las arenas |
España entonces, que su antiguo muro, |
digno sí, mas capaz tálamo apenas |
300 del Himeneo pudo ser, futuro. |
Desatadas la América sus venas |
de uno ostentó y otro metal puro; |
¿qué mucho, si pisando el campo verde |
plata calzó el caballo que oro muerde? |
XXXIX |
305 Del leño aun no los senos, inconstante, |
la bella Margarita había dejado, |
y de su esposo ya escuchaba, amante, |
lisonjas dulces a Mercurio alado, |
al Sandoval en céfiros volante |
310 de treinta veces dos acompañado |
títulos en España esclarecidos, |
en grana, en oro, el alba, el sol vestidos. |
XL |
Con pompa recebida al fin, gloriosa, |
la perla boreal fue, soberana, |
315 en ciudad vanamente generosa, |
de nación generosamente vana. |
Dulce un día después la hizo esposa |
flamante el Castro en púrpura romana; |
fuese el rey, fuese España, e irreverente |
320 pisó el mar lo que ya inundó la gente. |
XLI |
Esperaba a sus reyes Barcelona |
con aparato, cual debía, oportuno |
a rayo ilustre de tan gran corona, |
a murado tridente de Neptuno; |
325 ninguna de las dos real persona |
ni de los cortesanos partió alguno |
sin arra de su fe, de su amor seña, |
aquella grande, estotra no pequeña. |
XLII |
Al santüario luego su camino |
330 del Monte dirigieron Aserrado, |
donde el báculo viste, peregrino, |
las paredes que el mástil derrotado; |
deste segundo en religión Casino |
sus pasos votan al Pilar sagrado; |
335 ufana al recebillos se alboroza, |
mirándose en el Ebro, Zaragoza. |
XLIII |
Del reino convocó los tres estados |
al servicio, el marqués, y al bien atento |
del interés real, y convocados, |
340 dacio logró magnífico su intento; |
sus parques luego el rey, sus deseados |
lares repite, donde entró contento, |
cuando a la pompa respondía el decoro |
en estoque desnudo, en palio de oro. |
XLIV |
345 Entre el concento, pues, nupcial, oyendo |
del Arno los silencios, nuestro Sando |
las armas solicita, cuyo estruendo |
freno fue duro al florentín Fernando; |
el Fuentes bravo, aun en la paz tremendo, |
350 vestido acero, bien que acero blando, |
terror fue a todos, mudo, sin que entonces |
diestras fuesen de Júpiter sus bronces. |
XLV |
La quietud de su dueño prevenida |
sin efusión de sangre, la campaña |
355 de Carrïón le duele, humedecida, |
fértil granero ya de nuestra España, |
pobre entonces y estéril, si perdida, |
la mejor tierra que Pisuerga baña; |
la corte les infunde, que del Nilo |
360 siguió inundante el fructüoso estilo. |
XLVI |
De la esterilidad, fue, de la inopia, |
Carrión, dulcemente perdonado, |
las espigas, los pomos de la Copia |
al Júpiter, debidos, hospedado; |
365 Pisuerga sacro por la urna propia, |
y sacro mucho más por el cayado, |
en muros tanto, en edificios medra, |
que sus márgenes bosques son de piedra. |
XLVII |
Vigilante aquí el Denia, cuantos pudo |
370 prevenir leños fían a Juan Andrea, |
que a Argel su remo los conduzga mudo, |
si castigado hay remo que lo sea; |
venda el trato al jenízaro membrudo, |
cuando al corso no hay turco que no crea |
375 su bajel, que no importa, si en la playa |
el mar se queda, que el bajel se vaya. |
XLVIII |
¡Oh Argel! ¡Oh de rüinas españolas |
voraz ya campo tu elemento impuro! |
¡Oh, a cuántas quillas tus arenas solas, |
380 si no fatal, escollo fueron duro! |
Imiten nuestras flámulas tus olas, |
tremolando purpúreas en tu muro, |
que en cenizas te pienso ver surcado |
o de tus ondas o de nuestro arado. |
XLIX |
385 No ya esta vez, no ya la que al prudente |
Cardona, desmentido su aparato, |
las velas que silencio diligente |
convocaba, frustró segundo trato; |
volviéronse los dos, que llama ardiente, |
390 sin vanas previas de naval recato, |
la justicia vibrando está, divina, |
contra aquesta pirática sentina. |
L |
En el mayor de su fortuna halago, |
la que en la rectitud de su guadaña |
395 Astrea es de las vidas, en Buitrago |
rompió crüel, rompió el valor de España |
en una Cerda. No mayor estrago, |
no, cayendo, rüina más extraña |
hiciera un astro, deformando el mundo, |
400 enjugando el océano profundo, |
LI |
que de Lerma la ya duquesa, dina |
de pisar glorïosa luces bellas, |
que a su virtud del Cielo fue Medina |
cuna, cuando su tálamo no estrellas. |
405 Cuantas niega a la selva convecina |
lagrimosas dulcísimas querellas |
da a su consorte ruiseñor vïudo, |
músico al cielo, y a las selvas mudo. |
LII |
Prorrogando sus términos el duelo, |
410 los miembros nobles, que en tremendo estilo |
trompa final compulsará del suelo, |
en los bronces selló, de su lucilo; |
de Pisuerga al undoso desconsuelo |
aun la urna incapaz fuera, del Nilo. |
415 ¿Qué mucho, si afectando vulto triste, |
llora la adulación, y luto viste? |
LIII |
Parte en el duque la mayor tuviera |
el sentimiento y aun el llanto ahora, |
si la serenidad no le trujera |
420 alta del Infantado sucesora; |
la, que el tiempo le debe, primavera |
al Favonio en el tálamo de Flora, |
siempre bella, florida siempre, el mundo |
al Diego deberá, Gómez, segundo; |
LIV |
425 al que, delicia de su padre, agrado |
de sus reyes, lisonja de la corte, |
en coyunda feliz tan grande estado, |
el dote fue, menor, de su consorte, |
Mecenas español, que al zozobrado |
430 barquillo estudïoso ilustre es norte, |
¡oh cuánta le darán acciones tales |
jurisdicción gloriosa a los metales! |
LV |
No después mucho, madre esclarecida |
a Margarita hizo el mejor parto |
435 que ilustró el hemisferio de la vida |
desde el adusto Can al gélido Arto. |
Palas en esto, láminas vestida, |
quinto de los planetas quiere al cuarto |
de los Filipos, duramente hecho |
440 genïal cuna su pavés estrecho. |
LVI |
Sus Gracias Venus a ejercer conduce |
el ministerio de las parcas, triste; |
cardó una el estambre, que reduce |
a sutil hebra la que el huso viste; |
445 devanándolo otra, lo traduce |
a los giros volúbiles que asiste, |
mientras el culto de las musas coro |
sueño le alterna dulce en plectros de oro. |
LVII |
Agradecido el padre a la divina |
450 Eterna Magestad, himnos entona |
en regulados coros, que termina |
la devoción de su real persona; |
piadoso luego rey, cuantas destina |
penas rigor legal, tantas perdona |
455 a los que al son de sus cadenas gimen |
en los tenaces vínculos del crimen. |
LVIII |
Señas dando festivas del contento |
universal, el duque las futuras |
al primero previene, sacramento, |
460 que del Jordán lavó aun las ondas puras: |
émulo su esplendor del firmamento, |
si piedras no, lucientes, luces duras |
construyeron salón, cual ya dio Atenas, |
cual ya Roma teatro dio a sus scenas. |
LIX |
465 Diligencia en sazón tal, afectada |
o casüal, concurso más solene |
del rey hizo, britano, la embajada, |
y el aplauso que España le previene, |
de la vocal en esto diosa alada, |
470 aunque litoral Calpe, aunque Pirene, |
siempre fragoso, convocó la trompa |
a la alta expectación de tanta pompa. |
LX |
Ambicioso orïente se despoja |
de las cosas que guarda en sí más bellas; |
475 Ceilán cuantas su esfera exhala, roja, |
engasta en el mejor metal centellas; |
de sus veneros registró Camboja |
las, que a pesar del Sol ostentó, estrellas |
el esplendor, la vanidad, la gala, |
480 en el templo, en el coso y en la sala. |
LXI |
Desmentido altamente del brocado, |
vínculo de prolijos leños ata |
el palacio real con el sagrado |
templo, erección gloriosa de no ingrata |
485 memoria al duque, donde abreviado |
el Jordán sacro en márgenes de plata |
dispensó ya el que, digno de tïara, |
de la fe es, nuestra, vigilante vara. |
LXII |
Ingenïoso polvorista luego |
490 luminosos milagros hizo, en cuanto |
purpúreos ojos dando al aire ciego, |
mudas lenguas en fuego llovió, tanto, |
que adulada, la noche, deste fuego, |
no echó menos las joyas de su manto, |
495 que en la fiesta hicieron subsecuente |
la gala más lucida más luciente. |
LXIII |
Pisó el cenit, y absorto se embaraza, |
rayos dorando, el Sol, en los doseles, |
que visten, si no un fénix, una plaza, |
500 cuyo plumaje piedras son noveles, |
de Dafnes coronada mil, que abraza |
en mórbidos cristales, no en laureles; |
turbado las dejó, porque celoso |
a Júpiter bramar oyó en el coso. |
LXIV |
505 No en circos, no, propuso el duque atroces |
juegos o gladiatorios o ferales; |
no ruedas que hurtaron ya veloces |
a las metas, al polvo las señales; |
en plaza sí, magnífica, feroces, |
510 a lanza, a rejón muertos, animales, |
flechando luego en céfiros de España |
arcos celestes una y otra caña. |
LXV |
Apenas confundió la sombra fría |
nuestro horizonte, que el salón brillante |
515 nuevo epiciclo al gran rubí del día, |
y de la noche dio al mayor diamante; |
por láctea después segunda vía |
un orbe desató y otro, sonante, |
astros de plata, que en lucientes giros |
520 batieron con alterno pie zafiros. |
LXVI |
Prolija prevención en breve hora |
se disolvió, y el lúcido topacio, |
que occidental balcón fue, de la Aurora, |
ángulo quedó apenas del palacio. |
525 De cuantos la edad mármores devora, |
igual restituyendo al aire espacio |
que ámbito a la tierra, mudo ejemplo |
al desengaño le fabrica templo. |
LXVII |
Solicitado el holandés pirata |
530 de nuestra paz, o de su aroma ardiente, |
no solo no al Ternate le desata, |
mas, su coyunda, a todo aquel oriente; |
del mar es, de la Aurora, la más grata, |
cuando no la mayor de continente |
535 isla Ternate, pompa del Maluco, |
de este, inquirida siempre, y de aquel buco. |
LXVIII |
Esta, pues, que de aquel gran mundo ha sido |
universal emporio de su clavo |
al político lampo, al de torcido |
540 labio y cabello tormentoso cabo, |
domada fue de quien, por su apellido |
y por su espada ya dos veces Bravo, |
mayor será trofeo la memoria |
que el Adelantamiento, a su victoria: |
LXIX |
545 gracias no pocas a la vigilancia |
del duque atento, cuya diligencia, |
próxima siempre a la mayor distancia, |
sombra individua es de su presencia. |
Veneciana estos días arrogancia, |
550 de vana procedida preeminencia, |
al sacro opuesta celestial clavero |
esgrimió casi el obstinado acero. |
LXX |
¡Oh del mar reina tú, que eres esposa, |
cuyos abetos el león, seguros, |
555 conduce, sacro, que te hace undosa |
Cibeles, coronada de altos muros! |
Alcïón de la paz ya, religiosa, |
los reinos serenaste más impuros. |
¡Oh Venecia, ay de ti! Sagrada hoy mano |
560 te niega el cielo, que desquicia a Jano. |
LXXI |
Ay mil veces de ti, precipitada, |
mas república al fin prudente, ¿sabes |
la que a Pedro le asiste cuánta espada |
a sus dos remos es, a sus dos llaves? |
565 De una y de otra lámina dorada |
sus miembros aun no el Fuentes hizo graves, |
que señas de virtud dieron, plebeya, |
las togadas reliquias de Aquileya. |
LXXII |
Confuso hizo el arsenal armado |
570 reseña militar, naval registro |
de sus fuerzas, en cuanto oyó el senado |
alto del rey católico ministro, |
Néstor mancebo, en sangre y en estado |
Castro excelso, dulzura de Caístro; |
575 este, pues, varïando estilo y vulto, |
duro amenaza, persüade culto. |
LXXIII |
Oración en Venecia rigurosa, |
en Lombardía trompas elocuentes, |
vïolencia hicieron judiciosa |
580 a la mayor corona de prudentes. |
Adria, que sorbió ríos ambiciosa, |
tímida ahora recusando Fuentes, |
reducida desiste, humilde cede |
al quinto Paulo y a su santa sede. |
LXXIV |
585 Jacobo, donde al Támesis el día |
mucha le esconde sinüosa vela, |
legítimas reliquias de María, |
sucesión adoptada es, de Isabela; |
lo materno que en él ceniza fría |
590 de nuevos dogmas semivivo cela |
a paz con el católico lo induce, |
afecto que humea, si no luce. |
LXXV |
Este, pues, embrión de luz, que incierto |
vivir apenas esplendor no sabe, |
595 la nunca extinta púrpura de Alberto |
alentó pía, fomentó süave; |
España, a ministerio tanto, experto |
varón delega, cuya mano grave, |
alternando instrumentos, persüada |
600 o con el caduceo o con la espada. |
LXXVI |
El Tasis fue, de Acuña, esclarecido, |
ya de Villamediana honor primero, |
el que, a tan alto asunto delegido, |
süavemente lo trató, severo; |
605 el de sierpes, al fin, leño impedido, |
el fulminante aun en la vaina acero |
la paz solicitaron, que Bretaña, |
que deberá al glorioso conde España: |
LXXVII |
alma paz, que, después establecida |
610 del Velasco, del rayo de la guerra, |
la tantos años puerta concluida |
abrió al tráfico el mar, abrió la tierra; |
Iris santa, que, el símbolo ceñida |
de la serenidad, a Ingalaterra, |
615 a España en nudo las implica, blando, |
de los odios recíprocos ovando. |
LXXVIII |
No menos corvo rosicler sereno |
el país coronó agradable, donde |
en varios de cristal ramos el Reno |
620 las sienes al océano le esconde; |
el belicoso de la Haya seno, |
bélgico siempre título del conde, |
tronco del néctar fue, que fatigada |
labró la guerra, si la paz no, armada. |
LXXIX |
625 A la quietud de este rebelde polo |
asintió el duque entonces, indulgente, |
que por desenlazarlo un rato solo, |
no ya depone Marte el yelmo ardiente; |
su arco Cintia, su venablo Apolo, |
630 arrimado tal vez, tal vez pendiente, |
a un tronco este, aquella a un ramo fía, |
ejercitados el siguiente día... |
Si arrebatado merecí algún día
Última actualitzación
03.07.2013
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