| 313 |
| (1617) |
| PANEGÍRICO AL DUQUE DE LERMA |
| I |
| Si arrebatado merecí algún día |
| tu dictamen, Euterpe, soberano, |
| bese el corvo marfil hoy desta mía |
| sonante lira tu divina mano; |
| 5 émula de las trompas su armonía, |
| el séptimo trïón de nieves cano, |
| la adusta Libia, sorda aun más, lo sienta, |
| que los áspides fríos que alimenta. |
| II |
| Oya el canoro hueso de la fiera, |
| 10 pompa de sus orillas, la corriente |
| del Ganges, cuya bárbara ribera |
| baño es supersticioso del oriente; |
| de venenosa pluma, si ligera, |
| armado lo oya el Marañon valiente, |
| 15 y débale a mis números, el mundo, |
| del fénix de los Sandos un segundo. |
| III |
| Segundo en tiempo, sí, mas primer Sando |
| en togado valor; dígalo armada |
| de paz su diestra, díganlo trepando, |
| 20 las ramas de Minerva, por su espada, |
| bien que desnudos sus aceros, cuando |
| cerviz rebelde o religión postrada |
| obligan a su rey que tuerza, grave, |
| al templo del bifronte dios la llave. |
| IV |
| 25 Este, pues, digno sucesor del claro |
| Gómez Diego, del Marte cuya gloria |
| a las alas hurtó, del tiempo avaro, |
| cuantas le prestó plumas a la historia; |
| este, a quien guardará mármoles Paro, |
| 30 que informe el arte, anime la memoria, |
| su primer cuna al Duero se la debe, |
| si cristal no fue tanto cuna breve. |
| V |
| Del Sandoval, que a Denia aun más corona |
| de majestad que al mar de muros ella, |
| 35 Isabel nos lo dio, que al sol perdona |
| los rayos que él a la menor estrella; |
| hija del que la más luciente zona |
| pisa glorioso, porque humilde huella |
| (general de una santa compañía) |
| 40 las insignias ducales de Gandía. |
| VI |
| Alta resolución, merecedora |
| del que ya le previene digno culto |
| su nieto generoso, oculto ahora |
| bien que prescribe su esplendor lo oculto: |
| 45 debido nicho la piedad le dora; |
| la devoción al no formado vulto |
| de bálsamo, en el oro que aun no pende, |
| alimenta los rayos que le enciende. |
| VII |
| Joven después, el nido ilustró mío, |
| 50 redil ya numeroso del ganado |
| que el silbo oyó de su glorioso tío, |
| pastor de pueblos bienaventurado; |
| con labio alterno, aun hoy, el sacro río |
| besa el nombre en sus árboles grabado. |
| 55 ¡Tanta le mereció Córdoba, tanta |
| veneración a su memoria santa! |
| VIII |
| Dulce bebía en la prudente escuela |
| ya la doctrina del varón glorioso, |
| ya centellas de sangre con la espuela |
| 60 solicitaba al trueno generoso, |
| al caballo veloz, que envuelto vuela |
| en polvo ardiente, en fuego polvoroso; |
| de Quirón no biforme aprende luego |
| cuantas ya fulminó armas el griego. |
| IX |
| 65 Tal vez la fiera que mintió al amante |
| de Europa, con rejón luciente agita; |
| tal, escondiendo en plumas el turbante, |
| escaramuzas bárbaras imita; |
| dura pala, si puño no pujante, |
| 70 viento dando a los vientos, ejercita, |
| la vez que el monte no fatiga, vasto, |
| Hipólito galán, Adonis casto. |
| X |
| De espumas, sufre el Betis, argentado, |
| remos que lo conduzgan, ofreciendo |
| 75 el oro al tierno Alcides, que guardado |
| del vigilante fue, dragón horrendo; |
| delicias solicita su cuidado |
| a las nudosas redes, expuniendo |
| lo que incógnito más sus aguas mora, |
| 80 que extraña el cónsul, que la gula ignora. |
| XI |
| Napea en tanto a descubrir comienza |
| bien peinado cabello, mal enjuto, |
| siendo al Betis un rayo de su trenza |
| lo que es al Tajo su mayor tributo; |
| 85 salió al fin, y hurtando con vergüenza |
| sus bellos miembros a silvano astuto, |
| que infamar le vio un álamo prolijo, |
| esto en sonantes nácares predijo: |
| XII |
| «Crece, oh de Lerma tú, oh tú de España |
| 90 bien nacido esplendor, firme coluna, |
| que al bien creces común, si no me engaña |
| el oráculo ya de tu fortuna; |
| Cloto el vital estambre de luz baña |
| al que Mercurio le previene cuna, |
| 95 al santo rey que a tu consejo cano |
| los años deberá de Octavïano». |
| XIII |
| Siguió a la voz, mas sin dejar rompido |
| a Juno el dulce transparente seno, |
| aplauso celestial, que fue al oído |
| 100 trompa luciente, armonïoso trueno. |
| A mayoral en esto promovido |
| su pastor sacro, el margen pisó, ameno, |
| en que, de velas coronado, el Betis |
| los primeros abrazos le da a Tetis. |
| XIV |
| 105 No después mucho lazos tejió iguales |
| de Calíope el hijo intonso al bello |
| garzón augusto, que a coyundas tales |
| rindió no solo, mas expuso el cuello: |
| abeja de los tres lilios reales, |
| 110 dándole Amor sus alas para ello, |
| dulce aquella libó, aquella divina |
| del cielo flor, estrella de Medina, |
| XV |
| deidad, que en isla no que errante baña |
| incierto mar luz gémina dio al mundo, |
| 115 sino Apolos lucientes dos a España, |
| y tres Dïanas de valor fecundo; |
| gloria del tiempo Uceda, honor Saldaña, |
| orbes son del primero y del segundo; |
| sidonios muros besan hoy la plata |
| 120 que ilustra la alta Niebla que desata. |
| XVI |
| La antigua Lemus de real corona |
| ínclito es rayo su menor almena |
| a la segunda hija de Latona, |
| que de Sebeto aun no pisó la arena, |
| 125 cuando al silencio métrico perdona |
| la tantos siglos ya muda sirena, |
| cantando las, que invidia el sol, estrellas, |
| negras dos, cinco azules, todas bellas. |
| XVII |
| De un duque esclarecido la tercera |
| 130 Cintia el siempre feliz tálamo honora, |
| la que, bien digna de mayor esfera, |
| su luz abrevia Peñaranda ahora; |
| al padre en tanto de su primavera |
| los verdes años ocio no desflora, |
| 135 marqués ya en Denia, cuyo excelso muro |
| de africanos piratas freno es, duro. |
| XVIII |
| Al régimen atento de su estado, |
| a sus penates lo admitió el prudente |
| Filipo, afecto a su elocuente agrado, |
| 140 aun entre acciones mudas elocuente. |
| Ya, mal distinto entonces, el rosado |
| propicio albor del Héspero luciente, |
| que ilustra dos eclípticas ahora, |
| purpureaba al Sandoval que hoy dora. |
| XIX |
| 145 Cetro superior, fuerza süave |
| a la gracia, si bien implume, hacía |
| del pollo, Fénix hoy que apenas cabe |
| en los prolijos términos del día, |
| de quien será en los siglos la más grave, |
| 150 la mayor gloria de su monarquía: |
| elección grata al cielo aun en la cuna, |
| si a la emulación áulica importuna; |
| XX |
| a la invidia, no ya a la que el veneno |
| del quelidro, que más el sol calienta, |
| 155 sino el alado precipicio ajeno |
| de las frustradas ceras alimenta; |
| esta, pues, que aun el más oculto seno |
| de los augustos lares pisa lenta, |
| celante altera el judicioso terno |
| 160 de los sátrapas ya de aquel gobierno. |
| XXI |
| Mentida un Tulio, en cuantos el senado |
| ambages de oratoria le oyó, culta, |
| la hiedra acusa, que del levantado |
| apenas muro la estructura oculta; |
| 165 temor induce, y del temor cuidado, |
| tan ponderosamente, que resulta |
| la merced castigada, que en Valencia |
| los eslabones arrastró, de ausencia. |
| XXII |
| ¡Oh ceguedad! ¿Acuerdo intenta humano |
| 170 fatal corregir curso fácilmente? |
| Tal ya de su reciente mies villano |
| divertir pretendió raudo torrente; |
| mucho le opuso monte, mas en vano, |
| bien que, desenfrenada su corriente, |
| 175 a cuanta Ceres inundó, vecina, |
| riego le fue la que temió rüina. |
| XXIII |
| Sale al fin, y del Turia la ribera, |
| vestida siempre de frondosas plantas, |
| dulce continüada primavera |
| 180 le jura muchas veces a sus plantas. |
| De apacibilidad hace, severa, |
| homenaje recíproco otras tantas |
| el virrey, confirmando, su gobierno, |
| ósculo de justicia y paz alterno. |
| XXIV |
| 185 Examinó tres años su divino |
| talento el que no solo de alabanza, |
| mas de premio, paréntesis bien dino |
| al período fue, de su privanza. |
| Dejando al Turia sus delicias, vino |
| 190 donde ya le tejía la esperanza |
| los verdes rayos de aquel árbol solo |
| que los abrazos mereció de Apolo. |
| XXV |
| Camina, pues, de afectos aplaudido |
| a expectación tan infalible iguales, |
| 195 cual del puente espacioso que has roído |
| con diente oculto, Guadïana, sales, |
| de los campos, apenas contenido, |
| que templo son bucólico de Pales. |
| La ceremonia en su recebimiento, |
| 200 oro calzada, plumas le dio al viento. |
| XXVI |
| No del impulso conducido vano |
| de la ambición, al pie de su gran dueño |
| asciende, en cuya poderosa mano |
| dos mundos continente son, pequeño; |
| 205 alas batiendo luego, al soberano |
| sucesor se remonta, en cuyo ceño |
| se ríe el Alba, Febo reverbera, |
| águila generosa de su esfera. |
| XXVII |
| Menos dulce a la vista satisface |
| 210 cristal, o de las rosas ocupado |
| o del clavel que con la Aurora nace |
| de aljófares purpúreos coronado, |
| que un pecho augusto: ¡oh cuánta al favor yace |
| -en líbica no arena, en varïado |
| 215 jaspe luciente sí- pálida insidia, |
| bebiendo celos, vomitando invidia! |
| XXVIII |
| Servía y agradaba; esta le cuente |
| felicidad, y en urna sea, dorada, |
| piedra, si breve, la que más luciente |
| 220 la antigüedad tenía destinada; |
| servía, y el enfermo rey prudente, |
| de su vida la meta ya pisada, |
| con el hijo asentía en el afeto, |
| dignando de dos gracias un sujeto. |
| XXIX |
| 225 Al mayor ministerio proclamado |
| de los fogosos hijos fue, del viento, |
| que al Betis le bebieron ya el dorado, |
| ya el cerúleo color de su elemento; |
| de sus miembros en esto desatado |
| 230 el rey padre, luz nueva al firmamento |
| en nueva imagen dio: pórfido sella |
| la porción que no pudo ser estrella. |
| XXX |
| El heredado auriga, Faetón solo |
| en la edad, no Faetón en la osadía, |
| 235 al dïadema de luciente Apolo |
| en sombra obscura perdonó algún día; |
| luto vestir al uno y otro polo |
| hizo, si anegar no su monarquía |
| en lágrimas, que pío enjugó luego |
| 240 de funerales piras sacro fuego. |
| XXI |
| Entre el esplendor, pues, alimentado |
| de flores ya, süave ahora cera, |
| y el dulcemente aroma lagrimado |
| que fragrante del aire luto era, |
| 245 los oráculos hizo, del estado, |
| digna merced del Sandoval, primera, |
| el Júpiter novel, de más coronas |
| ceñido que sus orbes dos de zonas. |
| XXXII |
| Su hombro ilustra luego suficiente |
| 250 el peso de ambos mundos, soberano, |
| cual la estrellada máquina luciente |
| doctas fuerzas de monte hoy africano: |
| ministro escogió tal, a quien valiente |
| absuelto de sus vínculos en vano |
| 255 el inmenso hará, el celestial orbe |
| que opreso gima, que la espalda corve. |
| XXXIII |
| Próvido el Sando al gran consejo agrega |
| de espada votos, y de toga, armados, |
| que cuarto apenas admitió colega |
| 260 la ambición de los triúnviros pasados; |
| de competente número la griega, |
| la prudencia romana sus senados |
| establecieron; bárbaro hoy imperio |
| concede a pocos tanto ministerio. |
| XXXIV |
| 265 Tan exhausta, si no tan acabada, |
| halló no solo la real hacienda, |
| mas lastimosa aun a la insacïada |
| del interés voracidad horrenda, |
| que España, del marqués solicitada, |
| 270 generosa a su rey le hizo ofrenda, |
| siglos de oro arrogándose la tierra, |
| Copia la paz y crédito la guerra. |
| XXXV |
| Confirmóse la paz, que establecida |
| dejó en Vervin Filipo ya, segundo, |
| 275 que las últimas sombras de su vida, |
| puertas de Jano, horror fueron del mundo; |
| de álamos temió entonces vestida |
| la urna del Erídano profundo |
| sombras que le hicieron, no ligeras, |
| 280 sus Helíades no, nuestras banderas. |
| XXXVI |
| Alegre en tanto, vida luminosa |
| el hijo de la musa solicita |
| a la tea nupcial, que perezosa |
| le responde su llama en luz crinita; |
| 285 en sus conchas el Savo la hermosa, |
| guardó al tercer Filipo, Margarita, |
| cuyo candor en mejor cielo ahora |
| süave es risa de perpetua Aurora. |
| XXXVII |
| Esta, pues, gloria nuestra, conducida |
| 290 con esplendor real, con pompa rara |
| de Graz, con mayor fausto recebida |
| del octavo Clemente fue en Ferrara. |
| De joya tal quedando enriquecida |
| tan gran corona, de tan gran tïara, |
| 295 en leños de Liguria el mar incierto |
| vencido, Vinaroz le dio su puerto. |
| XXXVIII |
| De Valencia inundaba las arenas |
| España entonces, que su antiguo muro, |
| digno sí, mas capaz tálamo apenas |
| 300 del Himeneo pudo ser, futuro. |
| Desatadas la América sus venas |
| de uno ostentó y otro metal puro; |
| ¿qué mucho, si pisando el campo verde |
| plata calzó el caballo que oro muerde? |
| XXXIX |
| 305 Del leño aun no los senos, inconstante, |
| la bella Margarita había dejado, |
| y de su esposo ya escuchaba, amante, |
| lisonjas dulces a Mercurio alado, |
| al Sandoval en céfiros volante |
| 310 de treinta veces dos acompañado |
| títulos en España esclarecidos, |
| en grana, en oro, el alba, el sol vestidos. |
| XL |
| Con pompa recebida al fin, gloriosa, |
| la perla boreal fue, soberana, |
| 315 en ciudad vanamente generosa, |
| de nación generosamente vana. |
| Dulce un día después la hizo esposa |
| flamante el Castro en púrpura romana; |
| fuese el rey, fuese España, e irreverente |
| 320 pisó el mar lo que ya inundó la gente. |
| XLI |
| Esperaba a sus reyes Barcelona |
| con aparato, cual debía, oportuno |
| a rayo ilustre de tan gran corona, |
| a murado tridente de Neptuno; |
| 325 ninguna de las dos real persona |
| ni de los cortesanos partió alguno |
| sin arra de su fe, de su amor seña, |
| aquella grande, estotra no pequeña. |
| XLII |
| Al santüario luego su camino |
| 330 del Monte dirigieron Aserrado, |
| donde el báculo viste, peregrino, |
| las paredes que el mástil derrotado; |
| deste segundo en religión Casino |
| sus pasos votan al Pilar sagrado; |
| 335 ufana al recebillos se alboroza, |
| mirándose en el Ebro, Zaragoza. |
| XLIII |
| Del reino convocó los tres estados |
| al servicio, el marqués, y al bien atento |
| del interés real, y convocados, |
| 340 dacio logró magnífico su intento; |
| sus parques luego el rey, sus deseados |
| lares repite, donde entró contento, |
| cuando a la pompa respondía el decoro |
| en estoque desnudo, en palio de oro. |
| XLIV |
| 345 Entre el concento, pues, nupcial, oyendo |
| del Arno los silencios, nuestro Sando |
| las armas solicita, cuyo estruendo |
| freno fue duro al florentín Fernando; |
| el Fuentes bravo, aun en la paz tremendo, |
| 350 vestido acero, bien que acero blando, |
| terror fue a todos, mudo, sin que entonces |
| diestras fuesen de Júpiter sus bronces. |
| XLV |
| La quietud de su dueño prevenida |
| sin efusión de sangre, la campaña |
| 355 de Carrïón le duele, humedecida, |
| fértil granero ya de nuestra España, |
| pobre entonces y estéril, si perdida, |
| la mejor tierra que Pisuerga baña; |
| la corte les infunde, que del Nilo |
| 360 siguió inundante el fructüoso estilo. |
| XLVI |
| De la esterilidad, fue, de la inopia, |
| Carrión, dulcemente perdonado, |
| las espigas, los pomos de la Copia |
| al Júpiter, debidos, hospedado; |
| 365 Pisuerga sacro por la urna propia, |
| y sacro mucho más por el cayado, |
| en muros tanto, en edificios medra, |
| que sus márgenes bosques son de piedra. |
| XLVII |
| Vigilante aquí el Denia, cuantos pudo |
| 370 prevenir leños fían a Juan Andrea, |
| que a Argel su remo los conduzga mudo, |
| si castigado hay remo que lo sea; |
| venda el trato al jenízaro membrudo, |
| cuando al corso no hay turco que no crea |
| 375 su bajel, que no importa, si en la playa |
| el mar se queda, que el bajel se vaya. |
| XLVIII |
| ¡Oh Argel! ¡Oh de rüinas españolas |
| voraz ya campo tu elemento impuro! |
| ¡Oh, a cuántas quillas tus arenas solas, |
| 380 si no fatal, escollo fueron duro! |
| Imiten nuestras flámulas tus olas, |
| tremolando purpúreas en tu muro, |
| que en cenizas te pienso ver surcado |
| o de tus ondas o de nuestro arado. |
| XLIX |
| 385 No ya esta vez, no ya la que al prudente |
| Cardona, desmentido su aparato, |
| las velas que silencio diligente |
| convocaba, frustró segundo trato; |
| volviéronse los dos, que llama ardiente, |
| 390 sin vanas previas de naval recato, |
| la justicia vibrando está, divina, |
| contra aquesta pirática sentina. |
| L |
| En el mayor de su fortuna halago, |
| la que en la rectitud de su guadaña |
| 395 Astrea es de las vidas, en Buitrago |
| rompió crüel, rompió el valor de España |
| en una Cerda. No mayor estrago, |
| no, cayendo, rüina más extraña |
| hiciera un astro, deformando el mundo, |
| 400 enjugando el océano profundo, |
| LI |
| que de Lerma la ya duquesa, dina |
| de pisar glorïosa luces bellas, |
| que a su virtud del Cielo fue Medina |
| cuna, cuando su tálamo no estrellas. |
| 405 Cuantas niega a la selva convecina |
| lagrimosas dulcísimas querellas |
| da a su consorte ruiseñor vïudo, |
| músico al cielo, y a las selvas mudo. |
| LII |
| Prorrogando sus términos el duelo, |
| 410 los miembros nobles, que en tremendo estilo |
| trompa final compulsará del suelo, |
| en los bronces selló, de su lucilo; |
| de Pisuerga al undoso desconsuelo |
| aun la urna incapaz fuera, del Nilo. |
| 415 ¿Qué mucho, si afectando vulto triste, |
| llora la adulación, y luto viste? |
| LIII |
| Parte en el duque la mayor tuviera |
| el sentimiento y aun el llanto ahora, |
| si la serenidad no le trujera |
| 420 alta del Infantado sucesora; |
| la, que el tiempo le debe, primavera |
| al Favonio en el tálamo de Flora, |
| siempre bella, florida siempre, el mundo |
| al Diego deberá, Gómez, segundo; |
| LIV |
| 425 al que, delicia de su padre, agrado |
| de sus reyes, lisonja de la corte, |
| en coyunda feliz tan grande estado, |
| el dote fue, menor, de su consorte, |
| Mecenas español, que al zozobrado |
| 430 barquillo estudïoso ilustre es norte, |
| ¡oh cuánta le darán acciones tales |
| jurisdicción gloriosa a los metales! |
| LV |
| No después mucho, madre esclarecida |
| a Margarita hizo el mejor parto |
| 435 que ilustró el hemisferio de la vida |
| desde el adusto Can al gélido Arto. |
| Palas en esto, láminas vestida, |
| quinto de los planetas quiere al cuarto |
| de los Filipos, duramente hecho |
| 440 genïal cuna su pavés estrecho. |
| LVI |
| Sus Gracias Venus a ejercer conduce |
| el ministerio de las parcas, triste; |
| cardó una el estambre, que reduce |
| a sutil hebra la que el huso viste; |
| 445 devanándolo otra, lo traduce |
| a los giros volúbiles que asiste, |
| mientras el culto de las musas coro |
| sueño le alterna dulce en plectros de oro. |
| LVII |
| Agradecido el padre a la divina |
| 450 Eterna Magestad, himnos entona |
| en regulados coros, que termina |
| la devoción de su real persona; |
| piadoso luego rey, cuantas destina |
| penas rigor legal, tantas perdona |
| 455 a los que al son de sus cadenas gimen |
| en los tenaces vínculos del crimen. |
| LVIII |
| Señas dando festivas del contento |
| universal, el duque las futuras |
| al primero previene, sacramento, |
| 460 que del Jordán lavó aun las ondas puras: |
| émulo su esplendor del firmamento, |
| si piedras no, lucientes, luces duras |
| construyeron salón, cual ya dio Atenas, |
| cual ya Roma teatro dio a sus scenas. |
| LIX |
| 465 Diligencia en sazón tal, afectada |
| o casüal, concurso más solene |
| del rey hizo, britano, la embajada, |
| y el aplauso que España le previene, |
| de la vocal en esto diosa alada, |
| 470 aunque litoral Calpe, aunque Pirene, |
| siempre fragoso, convocó la trompa |
| a la alta expectación de tanta pompa. |
| LX |
| Ambicioso orïente se despoja |
| de las cosas que guarda en sí más bellas; |
| 475 Ceilán cuantas su esfera exhala, roja, |
| engasta en el mejor metal centellas; |
| de sus veneros registró Camboja |
| las, que a pesar del Sol ostentó, estrellas |
| el esplendor, la vanidad, la gala, |
| 480 en el templo, en el coso y en la sala. |
| LXI |
| Desmentido altamente del brocado, |
| vínculo de prolijos leños ata |
| el palacio real con el sagrado |
| templo, erección gloriosa de no ingrata |
| 485 memoria al duque, donde abreviado |
| el Jordán sacro en márgenes de plata |
| dispensó ya el que, digno de tïara, |
| de la fe es, nuestra, vigilante vara. |
| LXII |
| Ingenïoso polvorista luego |
| 490 luminosos milagros hizo, en cuanto |
| purpúreos ojos dando al aire ciego, |
| mudas lenguas en fuego llovió, tanto, |
| que adulada, la noche, deste fuego, |
| no echó menos las joyas de su manto, |
| 495 que en la fiesta hicieron subsecuente |
| la gala más lucida más luciente. |
| LXIII |
| Pisó el cenit, y absorto se embaraza, |
| rayos dorando, el Sol, en los doseles, |
| que visten, si no un fénix, una plaza, |
| 500 cuyo plumaje piedras son noveles, |
| de Dafnes coronada mil, que abraza |
| en mórbidos cristales, no en laureles; |
| turbado las dejó, porque celoso |
| a Júpiter bramar oyó en el coso. |
| LXIV |
| 505 No en circos, no, propuso el duque atroces |
| juegos o gladiatorios o ferales; |
| no ruedas que hurtaron ya veloces |
| a las metas, al polvo las señales; |
| en plaza sí, magnífica, feroces, |
| 510 a lanza, a rejón muertos, animales, |
| flechando luego en céfiros de España |
| arcos celestes una y otra caña. |
| LXV |
| Apenas confundió la sombra fría |
| nuestro horizonte, que el salón brillante |
| 515 nuevo epiciclo al gran rubí del día, |
| y de la noche dio al mayor diamante; |
| por láctea después segunda vía |
| un orbe desató y otro, sonante, |
| astros de plata, que en lucientes giros |
| 520 batieron con alterno pie zafiros. |
| LXVI |
| Prolija prevención en breve hora |
| se disolvió, y el lúcido topacio, |
| que occidental balcón fue, de la Aurora, |
| ángulo quedó apenas del palacio. |
| 525 De cuantos la edad mármores devora, |
| igual restituyendo al aire espacio |
| que ámbito a la tierra, mudo ejemplo |
| al desengaño le fabrica templo. |
| LXVII |
| Solicitado el holandés pirata |
| 530 de nuestra paz, o de su aroma ardiente, |
| no solo no al Ternate le desata, |
| mas, su coyunda, a todo aquel oriente; |
| del mar es, de la Aurora, la más grata, |
| cuando no la mayor de continente |
| 535 isla Ternate, pompa del Maluco, |
| de este, inquirida siempre, y de aquel buco. |
| LXVIII |
| Esta, pues, que de aquel gran mundo ha sido |
| universal emporio de su clavo |
| al político lampo, al de torcido |
| 540 labio y cabello tormentoso cabo, |
| domada fue de quien, por su apellido |
| y por su espada ya dos veces Bravo, |
| mayor será trofeo la memoria |
| que el Adelantamiento, a su victoria: |
| LXIX |
| 545 gracias no pocas a la vigilancia |
| del duque atento, cuya diligencia, |
| próxima siempre a la mayor distancia, |
| sombra individua es de su presencia. |
| Veneciana estos días arrogancia, |
| 550 de vana procedida preeminencia, |
| al sacro opuesta celestial clavero |
| esgrimió casi el obstinado acero. |
| LXX |
| ¡Oh del mar reina tú, que eres esposa, |
| cuyos abetos el león, seguros, |
| 555 conduce, sacro, que te hace undosa |
| Cibeles, coronada de altos muros! |
| Alcïón de la paz ya, religiosa, |
| los reinos serenaste más impuros. |
| ¡Oh Venecia, ay de ti! Sagrada hoy mano |
| 560 te niega el cielo, que desquicia a Jano. |
| LXXI |
| Ay mil veces de ti, precipitada, |
| mas república al fin prudente, ¿sabes |
| la que a Pedro le asiste cuánta espada |
| a sus dos remos es, a sus dos llaves? |
| 565 De una y de otra lámina dorada |
| sus miembros aun no el Fuentes hizo graves, |
| que señas de virtud dieron, plebeya, |
| las togadas reliquias de Aquileya. |
| LXXII |
| Confuso hizo el arsenal armado |
| 570 reseña militar, naval registro |
| de sus fuerzas, en cuanto oyó el senado |
| alto del rey católico ministro, |
| Néstor mancebo, en sangre y en estado |
| Castro excelso, dulzura de Caístro; |
| 575 este, pues, varïando estilo y vulto, |
| duro amenaza, persüade culto. |
| LXXIII |
| Oración en Venecia rigurosa, |
| en Lombardía trompas elocuentes, |
| vïolencia hicieron judiciosa |
| 580 a la mayor corona de prudentes. |
| Adria, que sorbió ríos ambiciosa, |
| tímida ahora recusando Fuentes, |
| reducida desiste, humilde cede |
| al quinto Paulo y a su santa sede. |
| LXXIV |
| 585 Jacobo, donde al Támesis el día |
| mucha le esconde sinüosa vela, |
| legítimas reliquias de María, |
| sucesión adoptada es, de Isabela; |
| lo materno que en él ceniza fría |
| 590 de nuevos dogmas semivivo cela |
| a paz con el católico lo induce, |
| afecto que humea, si no luce. |
| LXXV |
| Este, pues, embrión de luz, que incierto |
| vivir apenas esplendor no sabe, |
| 595 la nunca extinta púrpura de Alberto |
| alentó pía, fomentó süave; |
| España, a ministerio tanto, experto |
| varón delega, cuya mano grave, |
| alternando instrumentos, persüada |
| 600 o con el caduceo o con la espada. |
| LXXVI |
| El Tasis fue, de Acuña, esclarecido, |
| ya de Villamediana honor primero, |
| el que, a tan alto asunto delegido, |
| süavemente lo trató, severo; |
| 605 el de sierpes, al fin, leño impedido, |
| el fulminante aun en la vaina acero |
| la paz solicitaron, que Bretaña, |
| que deberá al glorioso conde España: |
| LXXVII |
| alma paz, que, después establecida |
| 610 del Velasco, del rayo de la guerra, |
| la tantos años puerta concluida |
| abrió al tráfico el mar, abrió la tierra; |
| Iris santa, que, el símbolo ceñida |
| de la serenidad, a Ingalaterra, |
| 615 a España en nudo las implica, blando, |
| de los odios recíprocos ovando. |
| LXXVIII |
| No menos corvo rosicler sereno |
| el país coronó agradable, donde |
| en varios de cristal ramos el Reno |
| 620 las sienes al océano le esconde; |
| el belicoso de la Haya seno, |
| bélgico siempre título del conde, |
| tronco del néctar fue, que fatigada |
| labró la guerra, si la paz no, armada. |
| LXXIX |
| 625 A la quietud de este rebelde polo |
| asintió el duque entonces, indulgente, |
| que por desenlazarlo un rato solo, |
| no ya depone Marte el yelmo ardiente; |
| su arco Cintia, su venablo Apolo, |
| 630 arrimado tal vez, tal vez pendiente, |
| a un tronco este, aquella a un ramo fía, |
| ejercitados el siguiente día... |
Si arrebatado merecí algún día
Última actualitzación
03.07.2013
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