255 |
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(1612) | |
FÁBULA DE POLIFEMO Y GALATEA | |
AL CONDE DE NIEBLA | |
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I |
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Estas que me dictó rimas sonoras, | |
culta sí, aunque bucólica, Talía, | |
¡oh excelso conde!, en las purpúreas horas | |
que es rosas la alba y rosicler el día, | |
5 | ahora que de luz tu Niebla doras, |
escucha, al son de la zampoña mía, | |
si ya los muros no te ven, de Huelva, | |
peinar el viento, fatigar la selva. | |
II | |
Templado, pula en la maestra mano | |
10 | el generoso pájaro su pluma, |
o tan mudo en la alcándara, que en vano | |
aun desmentir al cascabel presuma; | |
tascando haga el freno de oro, cano, | |
del caballo andaluz la ociosa espuma; | |
15 | gima el lebrel en el cordón de seda, |
y al cuerno, al fin, la cítara suceda. | |
III | |
Treguas al ejercicio sean robusto | |
ocio atento, silencio dulce, en cuanto | |
debajo escuchas de dosel augusto | |
20 | del músico jayán el fiero canto. |
Alterna con las Musas hoy el gusto, | |
que si la mía puede ofrecer tanto | |
clarín (y de la Fama no segundo), | |
tu nombre oirán los términos del mundo. | |
IV | |
25 | Donde espumoso el mar sicilïano |
el pie argenta de plata al Lilibeo | |
(bóveda o de las fraguas de Vulcano | |
o tumba de los huesos de Tifeo) | |
pálidas señas cenizoso un llano, | |
30 | cuando no del sacrílego deseo, |
del duro oficio da. Allí una alta roca | |
mordaza es a una gruta, de su boca. | |
V | |
Guarnición tosca de este escollo duro | |
troncos robustos son, a cuya greña | |
35 | menos luz debe, menos aire puro, |
la caverna profunda, que a la peña; | |
caliginoso lecho, el seno obscuro | |
ser de la negra noche nos lo enseña | |
infame turba de nocturnas aves, | |
40 | gimiendo tristes y volando graves. |
VI | |
De este, pues, formidable de la tierra | |
bostezo el melancólico vacío | |
a Polifemo, horror de aquella sierra, | |
bárbara choza es, albergue umbrío | |
45 | y redil espacioso donde encierra |
cuanto las cumbres ásperas cabrío | |
de los montes esconde: copia bella | |
que un silbo junta y un peñasco sella. | |
VII | |
Un monte era de miembros eminente | |
50 | este (que, de Neptuno hijo fiero, |
de un ojo ilustra el orbe de su frente, | |
émulo casi del mayor lucero) | |
cíclope, a quien el pino más valiente, | |
bastón le obedecía tan ligero, | |
55 | y al grave peso junco tan delgado, |
que un día era bastón y otro cayado. | |
VIII | |
Negro el cabello, imitador undoso | |
de las obscuras aguas del Leteo, | |
al viento que lo peina proceloso | |
60 | vuela sin orden, pende sin aseo; |
un torrente es su barba impetüoso | |
que, adusto hijo de este Pirineo, | |
su pecho inunda, o tarde, o mal, o en vano | |
surcada aun de los dedos de su mano. | |
IX | |
65 | No la Trinacria en sus montañas, fiera |
armó de crueldad, calzó de viento, | |
que redima feroz, salve ligera | |
su piel manchada de colores ciento: | |
pellico es ya la que en los bosques era | |
70 | mortal horror al que con paso lento |
los bueyes a su albergue reducía, | |
pisando la dudosa luz del día. | |
X | |
Cercado es, cuanto más capaz, más lleno, | |
de la fruta, el zurrón, casi abortada | |
75 | que el tardo otoño deja al blando seno |
de la piadosa hierba encomendada: | |
la serba, a quien le da rugas el heno; | |
la pera, de quien fue cuna dorada | |
la rubia paja y, pálida tutora, | |
80 | la niega avara y pródiga la dora. |
XI | |
Erizo es el zurrón, de la castaña | |
y, entre el membrillo o verde o datilado, | |
de la manzana hipócrita, que engaña | |
a lo pálido no, a lo arrebolado, | |
85 | y de la encina (honor de la montaña, |
que pabellón al siglo fue dorado) | |
el tributo, alimento, aunque grosero, | |
del mejor mundo, del candor primero. | |
XII | |
Cera y cáñamo unió (que no debiera) | |
90 | cien cañas, cuyo bárbaro rüido |
de más ecos que unió cáñamo y cera | |
albogues duramente es repetido. | |
La selva se confunde, el mar se altera, | |
rompe Tritón su caracol torcido, | |
95 | sordo huye el bajel a vela y remo: |
¡tal la música es de Polifemo! | |
XIII | |
Ninfa, de Doris hija, la más bella | |
adora que vio el reino de la espuma; | |
Galatea es su nombre, y dulce en ella | |
100 | el terno Venus de sus Gracias suma. |
Son una y otra luminosa estrella | |
lucientes ojos de su blanca pluma: | |
si roca de cristal no es de Neptuno, | |
pavón de Venus es, cisne de Juno. | |
XIV | |
105 | Purpúreas rosas sobre Galatea |
la Alba entre lilios cándidos deshoja: | |
duda el Amor cuál más su color sea, | |
si púrpura nevada o nieve roja. | |
De su frente la perla es, eritrea, | |
110 | émula vana; el ciego dios se enoja |
y, condenado su esplendor, la deja | |
pender en oro al nácar de su oreja. | |
XV | |
Invidia de las ninfas y cuidado | |
de cuantas honra el mar deidades era; | |
115 | pompa del marinero niño alado |
que sin fanal conduce su venera. | |
Verde el cabello, el pecho no escamado, | |
ronco sí, escucha a Glauco la ribera | |
inducir a pisar la bella ingrata, | |
120 | en carro de cristal, campos de plata. |
XVI | |
Marino joven, las cerúleas sienes, | |
del más tierno coral ciñe Palemo, | |
rico de cuantos la agua engendra bienes, | |
del Faro odioso al promontorio extremo; | |
125 | mas en la gracia igual, si en los desdenes |
perdonado algo más que Polifemo, | |
de la que, aún no lo oyó, y, calzada plumas, | |
tantas flores pisó como él espumas. | |
XVII | |
Huye la ninfa bella, y el marino | |
130 | amante nadador ser bien quisiera, |
ya que no áspid a su pie divino, | |
dorado pomo a su veloz carrera; | |
mas, ¿cuál diente mortal, cuál metal fino | |
la fuga suspender podrá ligera | |
135 | que el desdén solicita? ¡Oh cuánto yerra |
delfín que sigue en agua corza en tierra! | |
XVIII | |
Sicilia, en cuanto oculta, en cuanto ofrece, | |
copa es de Baco, huerto de Pomona: | |
tanto de frutas ésta la enriquece, | |
140 | cuanto aquél de racimos la corona. |
En carro que estival trillo parece, | |
a sus campañas Ceres no perdona, | |
de cuyas siempre fértiles espigas | |
las provincias de Europa son hormigas. | |
XIX | |
145 | A Pales su viciosa cumbre debe |
lo que a Ceres, y aun más, su vega llana, | |
pues si en la una granos de oro llueve, | |
copos nieva en la otra mil de lana. | |
De cuantos siegan oro, esquilan nieve | |
150 | o en pipas guardan la exprimida grana, |
bien sea religión, bien amor sea, | |
deidad, aunque sin templo, es Galatea. | |
XX | |
Sin aras no, que el margen donde para | |
del espumoso mar su pie ligero, | |
155 | al labrador, de sus primicias ara, |
de sus esquilmos es al ganadero; | |
de la copia (a la tierra, poco avara) | |
el cuerno vierte el hortelano, entero, | |
sobre la mimbre que tejió, prolija | |
160 | si artificiosa no, su honesta hija. |
XXI | |
Arde la juventud, y los arados | |
peinan las tierras que surcaron antes, | |
mal conducidos, cuando no arrastrados | |
de tardos bueyes, cual su dueño errantes; | |
165 | sin pastor que los silbe, los ganados |
los crujidos ignoran resonantes | |
de las hondas, si, en vez del pastor pobre, | |
el Céfiro no silba, o cruje el robre. | |
XXII | |
Mudo la noche el can, el día, dormido, | |
170 | de cerro en cerro y sombra en sombra yace. |
Bala el ganado; al mísero balido, | |
nocturno el lobo de las sombras nace, | |
cébase y, fiero, deja humedecido | |
en sangre de una lo que la otra pace. | |
175 | ¡Revoca, Amor, los silbos, o a su dueño |
el silencio del can sigan y el sueño! | |
XXIII | |
La fugitiva ninfa, en tanto, donde | |
hurta un laurel su tronco al sol ardiente, | |
tantos jazmines cuanta hierba esconde | |
180 | la nieve de sus miembros, da a una fuente. |
Dulce se queja, dulce le responde | |
un ruiseñor a otro, y dulcemente | |
al sueño da sus ojos la armonía, | |
por no abrasar con tres soles el día. | |
XXIV | |
185 | Salamandria del Sol, vestido estrellas, |
latiendo el can del cielo estaba, cuando | |
(polvo el cabello, húmidas centellas, | |
si no ardientes aljófares, sudando) | |
llegó Acis, y, de ambas luces bellas | |
190 | dulce occidente viendo al sueño blando, |
su boca dio, y sus ojos cuanto pudo, | |
al sonoro cristal, al cristal mudo. | |
XXV | |
Era Acis un venablo de Cupido, | |
de un fauno, medio hombre, medio fiera, | |
195 | en Simetis, hermosa ninfa, habido, |
gloria del mar, honor de su ribera. | |
El bello imán, el ídolo dormido | |
que acero sigue, idólatra venera, | |
rico de cuanto el huerto ofrece pobre, | |
200 | rinden las vacas, y fomenta el robre. |
XXVI | |
El celestial humor recién cuajado | |
que la almendra guardó entre verde y seca, | |
en blanca mimbre se lo puso al lado, | |
y un copo, en verdes juncos, de manteca; | |
205 | en breve corcho, pero bien labrado, |
un rubio hijo de una encina hueca, | |
dulcísimo panal, a cuya cera | |
su néctar vinculó la primavera. | |
XXVII | |
Caluroso, al arroyo da las manos, | |
210 | y con ellas las ondas a su frente, |
entre dos mirtos que, de espuma canos, | |
dos verdes garzas son de la corriente. | |
Vagas cortinas de volantes vanos | |
corrió Favonio lisonjeramente | |
215 | a la (de viento cuando no sea) cama |
de frescas sombras, de menuda grama. | |
XXVIII | |
La ninfa, pues, la sonorosa plata | |
bullir sintió del arroyuelo apenas, | |
cuando, a los verdes márgenes ingrata, | |
220 | seguir se hizo de sus azucenas. |
Huyera; mas tan frío se desata | |
un temor perezoso por sus venas, | |
que a la precisa fuga, al presto vuelo, | |
grillos de nieve fue, plumas de hielo. | |
XXIX | |
225 | Fruta en mimbres halló, leche exprimida |
en juncos, miel en corcho, mas sin dueño; | |
si bien al dueño debe, agradecida, | |
su deidad culta, venerado el sueño. | |
A la ausencia mil veces ofrecida, | |
230 | este de cortesía no pequeño |
indicio la dejó, aunque estatua helada, | |
más discursiva y menos alterada. | |
XXX | |
No al cíclope atribuye, no, la ofrenda; | |
no a sátiro lascivo, ni a otro feo | |
235 | morador de las selvas, cuya rienda |
el sueño aflija que aflojó el deseo. | |
El niño dios, entonces, de la venda, | |
ostentación gloriosa, alto trofeo | |
quiere que al árbol de su madre sea | |
240 | el desdén hasta allí de Galatea. |
XXXI | |
Entre las ramas del que más se lava | |
en el arroyo mirto levantado, | |
carcaj de cristal hizo, si no aljaba, | |
su blanco pecho de un arpón dorado. | |
245 | El monstro de rigor, la fiera brava, |
mira la ofrenda ya con más cuidado, | |
y aun siente que a su dueño sea, devoto, | |
confuso alcaide más el verde soto. | |
XXXII | |
Llamáralo, aunque muda, mas no sabe | |
250 | el nombre articular que más querría, |
ni lo ha visto, si bien pincel süave | |
lo ha bosquejado ya en su fantasía. | |
Al pie, no tanto ya del temor grave, | |
fía su intento, y, tímida, en la umbría | |
255 | cama de campo y campo de batalla, |
fingiendo sueño al cauto garzón halla. | |
XXXIII | |
El bulto vio y, haciéndolo dormido, | |
librada en un pie toda sobre él pende, | |
urbana al sueño, bárbara al mentido | |
260 | retórico silencio que no entiende: |
no el ave reina así el fragoso nido | |
corona inmóvil, mientras no desciende, | |
rayo con plumas, al milano pollo | |
que la eminencia abriga de un escollo, | |
XXXIV | |
265 | como la ninfa bella, compitiendo |
con el garzón dormido en cortesía, | |
no sólo para, mas el dulce estruendo | |
del lento arroyo enmudecer querría. | |
A pesar luego de las ramas, viendo | |
270 | colorido el bosquejo que ya había |
en su imaginación Cupido hecho | |
con el pincel que le clavó su pecho, | |
XXXV | |
de sitio mejorada, atenta mira | |
en la disposición robusta aquello | |
275 | que si por lo süave no la admira, |
es fuerza que la admire por lo bello. | |
Del casi tramontado sol aspira | |
a los confusos rayos, su cabello; | |
flores su bozo es, cuyas colores, | |
280 | como duerme la luz, niegan las flores. |
XXXVI | |
En la rústica greña yace oculto | |
el áspid, del intonso prado ameno, | |
antes que del peinado jardín culto | |
en el lascivo, regalado seno: | |
285 | en lo viril desata de su vulto |
lo más dulce el Amor, de su veneno; | |
bébelo Galatea, y da otro paso | |
por apurarle la ponzoña al vaso. | |
XXXVII | |
Acis aún más de aquello que dispensa | |
290 | la brújula del sueño vigilante, |
alterada la ninfa esté o suspensa, | |
Argos es siempre atento a su semblante, | |
lince penetrador de lo que piensa, | |
cíñalo bronce o múrelo diamante: | |
295 | que en sus paladïones Amor ciego, |
sin romper muros, introduce fuego. | |
XXXVIII | |
El sueño de sus miembros sacudido, | |
gallardo el joven la persona ostenta, | |
y al marfil luego de sus pies rendido, | |
300 | el coturno besar dorado intenta. |
Menos ofende el rayo prevenido | |
al marinero, menos la tormenta | |
prevista lo turbó o pronosticada: | |
Galatea lo diga, salteada. | |
XXXIX | |
305 | Más agradable y menos zahareña, |
al mancebo levanta venturoso, | |
dulce ya concediéndole y risueña, | |
paces no al sueño, treguas sí al reposo. | |
Lo cóncavo hacía de una peña | |
310 | a un fresco sitïal dosel umbroso, |
y verdes celosías unas hiedras, | |
trepando troncos y abrazando piedras. | |
XL | |
Sobre una alfombra que imitara en vano | |
el tirio sus matices (si bien era | |
315 | de cuantas sedas ya hiló, gusano, |
y, artífice, tejió la primavera) | |
reclinados, al mirto más lozano | |
una y otra lasciva, si ligera, | |
paloma se caló, cuyos gemidos | |
320 | (trompas de amor) alteran sus oídos. |
XLI | |
El ronco arrullo al joven solicita; | |
mas con desvíos Galatea suaves | |
a su audacia los términos limita, | |
y el aplauso al concento de las aves. | |
325 | Entre las ondas y la fruta, imita |
Acis al siempre ayuno en penas graves: | |
que en tanta gloria infierno son no breve | |
fugitivo cristal, pomos de nieve. | |
XLII | |
No a las palomas concedió Cupido | |
330 | juntar de sus dos picos los rubíes, |
cuando al clavel el joven atrevido | |
las dos hojas le chupa carmesíes. | |
Cuantas produce Pafo, engendra Gnido, | |
negras vïolas, blancos alhelíes, | |
335 | llueven sobre el que Amor quiere que sea |
tálamo de Acis ya y de Galatea. | |
XLIII | |
Su aliento humo, sus relinchos fuego, | |
si bien su freno espumas, ilustraba | |
las columnas Etón que erigió el griego | |
340 | do el carro de la luz sus ruedas lava, |
cuando, de amor el fiero jayán ciego, | |
la cerviz oprimió a una roca brava | |
que a la playa, de escollos no desnuda, | |
linterna es ciega y atalaya muda. | |
XLIV | |
345 | Árbitro de montañas y ribera, |
aliento dio en la cumbre de la roca | |
a los albogues que agregó la cera | |
el prodigioso fuelle de su boca; | |
la ninfa los oyó, y ser más quisiera | |
350 | breve flor, hierba humilde y tierra poca, |
que de su nuevo tronco vid lasciva, | |
muerta de amor y de temor no viva. | |
XLV | |
Mas (cristalinos pámpanos sus brazos) | |
amor la implica, si el temor la anuda, | |
355 | al infelice olmo que pedazos |
la segur de los celos hará aguda. | |
Las cavernas en tanto, los ribazos | |
que ha prevenido la zampoña ruda | |
el trueno de la voz fulminó luego. | |
360 | ¡Referidlo, Pïérides, os ruego! |
XLVI | |
«¡Oh bella Galatea, más süave | |
que los claveles que tronchó la aurora; | |
blanca más que las plumas de aquel ave | |
que dulce muere y en las aguas mora; | |
365 | igual en pompa al pájaro que, grave, |
su manto azul de tantos ojos dora | |
cuantas el celestial zafiro estrellas! | |
¡Oh tú, que en dos incluyes las más bellas!: | |
XLVII | |
»Deja las ondas, deja el rubio coro | |
370 | de las hijas de Tetis, y el mar vea, |
cuando niega la luz un carro de oro, | |
que en dos la restituye Galatea. | |
Pisa la arena, que en la arena adoro | |
cuantas el blanco pie conchas platea, | |
375 | cuyo bello contacto puede hacerlas, |
sin concebir rocío, parir perlas. | |
XLVIII | |
»Sorda hija del mar, cuyas orejas | |
a mis gemidos son rocas al viento: | |
o dormida te hurten a mis quejas | |
380 | purpúreos troncos de corales ciento, |
o al disonante número de almejas | |
(marino, si agradable no, instrumento) | |
coros tejiendo estés, escucha un día | |
mi voz por dulce, cuando no por mía. | |
XLIX | |
385 | »Pastor soy, mas tan rico de ganados, |
que los valles impido más vacíos, | |
los cerros desparezco levantados | |
y los caudales seco de los ríos; | |
no los que, de sus ubres desatados | |
390 | o derivados de los ojos míos, |
leche corren y lágrimas, que iguales | |
en número a mis bienes son mis males. | |
L | |
»Sudando néctar, lambicando olores, | |
senos que ignora aun la golosa cabra | |
395 | corchos me guardan, más que abeja flores |
liba inquïeta, ingenïosa labra; | |
troncos me ofrecen árboles mayores, | |
cuyos enjambres, o el abril los abra | |
o los desate el mayo, ámbar distilan | |
400 | y en ruecas de oro rayos del sol hilan. |
LI | |
»Del Júpiter soy hijo de las ondas, | |
aunque pastor; si tu desdén no espera | |
a que el monarca de esas grutas hondas, | |
en trono de cristal te abrace nuera, | |
405 | Polifemo te llama, no te escondas, |
que tanto esposo admira la ribera | |
cual otro no vio Febo más robusto | |
del perezoso Volga al Indo adusto. | |
LII | |
»Sentado, a la alta palma no perdona | |
410 | su dulce fruto mi robusta mano; |
en pie, sombra capaz es mi persona | |
de innumerables cabras el verano. | |
¿Qué mucho, si de nubes se corona | |
por igualarme la montaña en vano, | |
415 | y en los cielos desde esta roca puedo |
escribir mis desdichas con el dedo? | |
LIII | |
»Marítimo alcïón roca eminente | |
sobre sus huevos coronaba, el día | |
que espejo de zafiro fue luciente | |
420 | la playa azul de la persona mía: |
miréme, y lucir vi un sol en mi frente, | |
cuando en el cielo un ojo se veía; | |
neutra el agua dudaba a cuál fe preste, | |
o al cielo humano o al cíclope celeste. | |
LIV | |
425 | »Registra en otras puertas el venado |
sus años, su cabeza colmilluda | |
la fiera cuyo cerro levantado | |
de helvecias picas es muralla aguda; | |
la humana suya el caminante errado | |
430 | dio ya a mi cueva, de piedad desnuda, |
albergue hoy por tu causa al peregrino, | |
do halló reparo, si perdió camino. | |
LV | |
»En tablas dividida, rica nave | |
besó la playa miserablemente, | |
435 | de cuantas vomitó riquezas grave |
por las bocas del Nilo el Orïente. | |
Yugo aquel día, y yugo bien süave, | |
del fiero mar a la sañuda frente | |
imponiéndole estaba (si no al viento | |
440 | dulcísimas coyundas) mi instrumento, |
LVI | |
»cuando entre globos de agua entregar veo | |
a las arenas ligurina haya | |
en cajas los aromas del Sabeo, | |
en cofres las riquezas de Cambaya: | |
445 | delicias de aquel mundo, ya trofeo |
de Escila, que, ostentado en nuestra playa, | |
lastimoso despojo fue dos días | |
a las que esta montaña engendra arpías. | |
LVII | |
»Segunda tabla a un ginovés mi gruta | |
450 | de su persona fue, de su hacienda; |
la una reparada, la otra enjuta, | |
relación del naufragio hizo horrenda. | |
Luciente paga de la mejor fruta | |
que en hierbas se recline o en hilos penda, | |
455 | colmillo fue del animal que el Ganges |
sufrir muros lo vio, romper falanges: | |
LVIII | |
»arco, digo, gentil, bruñida aljaba, | |
obras ambas de artífice prolijo, | |
y de Malaco rey a deidad Java | |
460 | alto don, según ya mi huésped dijo. |
De aquél la mano, de ésta el hombro agrava; | |
convencida la madre, imita al hijo: | |
serás a un tiempo en estos horizontes | |
Venus del mar, Cupido de los montes.» | |
LIX | |
465 | Su horrenda voz, no su dolor interno, |
cabras aquí le interrumpieron, cuantas | |
(vagas el pie, sacrílegas el cuerno) | |
a Baco se atrevieron en sus plantas; | |
mas, conculcado el pámpano más tierno | |
470 | viendo el fiero pastor, voces él tantas, |
y tantas despidió la honda piedras, | |
que el muro penetraron de las hiedras. | |
LX | |
De los nudos, con esto, más süaves, | |
los dulces dos amantes desatados, | |
475 | por duras guijas, por espinas graves |
solicitan el mar con pies alados: | |
tal, redimiendo de importunas aves | |
incauto meseguero sus sembrados, | |
de liebres dirimió copia así amiga | |
480 | que vario sexo unió y un surco abriga. |
LXI | |
Viendo el fiero jayán con paso mudo | |
correr al mar la fugitiva nieve | |
(que a tanta vista el líbico desnudo | |
registra el campo de su adarga breve) | |
485 | y al garzón viendo, cuantas mover pudo |
celoso trueno, antiguas hayas mueve: | |
tal, antes que la opaca nube rompa, | |
previene rayo fulminante trompa. | |
LXII | |
Con vïolencia desgajó infinita | |
490 | la mayor punta de la excelsa roca, |
que al joven, sobre quien la precipita, | |
urna es mucha, pirámide no poca. | |
Con lágrimas la ninfa solicita | |
las deidades del mar, que Acis invoca: | |
495 | concurren todas, y el peñasco duro |
la sangre que exprimió, cristal fue puro. | |
LXIII | |
Sus miembros lastimosamente opresos | |
del escollo fatal fueron apenas, | |
que los pies de los árboles más gruesos | |
500 | calzó el líquido aljófar de sus venas. |
Corriente plata al fin sus blancos huesos, | |
lamiendo flores y argentando arenas, | |
a Doris llega, que, con llanto pío, | |
yerno lo saludó, lo aclamó río. |
Estas que me dictó rimas sonoras [Fábula de Polifemo y Galatea]
Última actualitzación
12.08.2013
© Universitat Pompeu Fabra, Barcelona