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Salvador Alsius: «Huertas
hizo, de la profesión, un arma» |
Alberto Moral |
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Salvador Alsius, actual
director de los estudios de Periodismo de la Universitat
Pompeu Fabra de Barcelona, fue decano del Col·legi
de Periodistes de Catalunya entre 1997 y 2002. Su dilatada
carrera periodística nunca se cruzó con
la de Huertas. Fue en el colegio profesional donde tuvieron
la oportunidad de trabajar juntos. Alsius no sólo
recuerda los últimos meses de Huertas como decano
del Col·legi, sino también la tarea que
desarrolló como presidente de la Comisión
de Cultura, años antes. |
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¿Cómo defininiría
a Huertas, desde un punto de vista profesional? |
Huertas destacó en una época
muy gris, de un periodismo sometido a la censura y a la
autocensura. Desvelaba inquietudes, cosas ocultas por
culpa de la dictadura. Hacía un periodismo urbano,
muy combativo. Hablaba de urbanismo, de barrios, de la
situación de la gente. Aquel periodismo era uno
de los campos de batalla de la política indirecta
de la época. Ahora hemos perdido esa visión
romántica del periodismo. Huertas hizo, de la profesión,
un arma. |
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No estuvo solo, ¿verdad? |
No era el único, pero fue de
los pocos. Y, además, fue un punto de referencia
de los que venían detrás. Marcaba la pauta.
A los periodistas de su entorno, se los llamaba «huertamaros»,
haciendo un juego de palabras con la guerrilla uruguaya
de los tupamaros. Era algo que estaba muy presente:
los periodistas guerrilleros. Se les llamaba así,
especialmente, a los que estaban en Tele/eXpres.
Entre ellos, por ejemplo, a Eugenio Madueño o
a Pere Monés, el fotógrafo. |
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¿Cuándo coincidió
con Huertas por primera vez? |
El primer recuerdo que tengo
de él es de cuando yo estudiaba a la Escuela
de Periodismo. Fuimos a hacer una visita a la redacción
de El Correo Catalán. Era por la noche
y Huertas estaba de turno, cerrando las últimas
páginas. Estuvo hablando con nosotros. Después,
le perdí el rastro. Eran los años 70,
antes de que él se marchara a Tele/eXpres. |
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«El mandato de
Huertas en el Col·legi fue conflictivo.
Tuvo que capear el temporal. En condiciones normales,
habría sido un gran decano» |
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Periodísticamente, nunca
coincidieron. En el Col·legi de Periodistes, sí,
¿verdad? |
Sí. En varias juntas.
En el Col·legi, Huertas tuvo algunas actuaciones
destacadas. En los últimos meses, como decano
y, antes, como presidente de la Comisión de Cultura.
Las exposiciones periódicas de dibujantes y fotógrafos
fueron idea suya, y también fue comisario de
una exposición sobre la historia del periodismo
en Cataluña. Fue un presidente muy activo. Tenía
como compañeros a Eugenio Madueño, Rosa
Hueso, Josep Maria Martí... Tenían muy
buena relación laboral y personal. Trabajaban
muy bien. |
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¿Qué es lo que más
recuerda de aquellos años? |
La ponencia del Código
Deontológico, impulsada por Josep Pernau, a finales
de los 80. Huertas y yo fuimos ponentes del código.
Explicamos su contenido y lo perfeccionamos. Al acabar
la etapa Pernau, Huertas estuvo a punto de ser decano,
y yo vicedecano, pero fue interpelado por una candidatura
femenina. Presentaron una dura batalla. Al final, desistió
por la insistencia. Después de Pernau, fui yo quien
lo sucedió. Cuando lo supe, la primera persona
a quien llamé fue a Huertas, pero me dijo que no,
no sólo a ir de número 1, sino también
como número 2. No recuerdo por qué. Años
después, Huertas ganó. Por un margen muy
estrecho, pero ganó. Su mandato fue breve. Murió
un año después. |
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«Huertas era
muy buena persona y a la vez intransigente. Ambas
cosas, lejos de ser incompatibles, lo humanizaban» |
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¿Cómo fue ese breve
mandato de Huertas en el Col·legi? |
Muy conflictivo. En la junta
había una situación de equilibrio muy ajustado,
y eso hizo que la oposición se fortaleciera. Huertas
se dedicó a capear el temporal. Tuvo unos comienzos
conflictivos. Se le había criticado mucho durante
la campaña. De hecho, era la primera vez que existía
oposición. Cuando yo era decano, también
hubo un poco, pero no tanta. Lo cierto es que, en los
últimos comicios, se creó una situación
de bloqueo, una cierta bipartición entre Huertas
y Antillac. Pernau, yo y Montserrat Minobis creamos una
comisión de salvamento. Propusimos el nombre de
Huertas, por su autoridad moral dentro del mundo del periodismo
local. En condiciones normales, habría sido un
gran decano. |
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Y, de su obra periodística,
¿qué destacaría? |
Huertas nunca dejó de
ser un luchador. Y era un gran trabajador, tanto en la
redacción como fuera de ella. También fue
un gran escritor. Como obra de consulta, yo destaco la
que hizo sobre las calles de Barcelona, con su íntimo
amigo Jaume Fabre. Y recuerdo, también, haber leído,
recientemente, un libro que escribió en los últimos
años: Cada taula un Vietnam, un título
que viene de su época como periodista guerrillero.
El libro se centra, precisamente, en aquellos años,
y en la actitud de los periodistas en una época
ya pasada, donde todo era válido si era para luchar
contra la represión. Y, también, tras la
muerte de Franco, en unos años de ilusión
y de construcción. |
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Finalmente, ¿cómo
definiría a Huertas como persona? |
Huertas era muy buena persona,
generoso y trabajador. Tanto para él como para
sus amigos. Aun así, tenía un carácter
muy fuerte, y tenía momentos de intransigencia,
ya fuese en el ámbito del periodismo como en otros
comentarios que lo podían hacer, a veces, poco
diplomático. Sea como sea, estas dos características
no son incompatibles. Al contrario: lo hacían de
lo más humano. |
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