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Eugenio Madueño:
«Huertas era todo un lujo para Barcelona»
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Alberto Moral |
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Los inicios profesionales
del periodista Eugenio Madueño los hallamos en
el diario Tele/eXpres, en el que Josep Maria
Huertas le ofreció su primer trabajo. Años
después, coincidieron en La Vanguardia,
donde Huertas trabajó hasta su muerte. Madueño,
uno de los populares «huertamaros», recuerda
a su maestro como una persona culta, a quien se podía
pedir consejo al redactar las informaciones. También
considera que, en la actualidad, Huertas no tiene relevo
como cronista de la ciudad. |
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¿Qué era lo que hacía
escribir a Huertas? |
Supongo que, primero, su interés
por la cultura en general, entendiéndola como la
vida de las personas. Después, el interés
por la ciudad, el lugar donde, territorialmente, puede
expresarse esa cultura, la manera de vivir de la gente.
Además, a él le interesaba mucho el cine,
una faceta desconocida por la mayoría de la gente.
Cada semana iba a ver dos o tres películas, y estaba
al día de las novedades. |
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Huertas le abrió las puertas de
Tele/eXpres, ¿verdad? |
A principios de los años 70, empecé
como corresponsal de Tele/eXpres en Santa Coloma
de Gramenet. Él se dio cuenta de que las aportaciones
que yo hacía eran interesantes. O, por lo menos,
a él le gustaban. Trataban sobre el día
a día de la gente de los barrios. Después,
me pudo ofrecer trabajo en el diario, como periodista.
Yo todavía no tenía la carrera. Era mi primer
trabajo. Huertas fue mi maestro en una profesión
en la que importa más la práctica que la
teoría. Al final, el diario se vendió. Entró
en quiebra y lo cerraron. |
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¿Qué recuerda de
la crisis de Tele/eXpres? |
No cobré ni un duro, pero,
como eran los años 70, hacíamos igualmente
el diario. Considerábamos que la izquierda debía
tener un medio de expresión. Huertas era el redactor
en jefe de la sección de información local,
con ocho redactores y ocho páginas. Cada uno se
comprometía a redactar una página al día. |
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Y, cuando supo que Huertas iría
a la prisión, ¿cómo reaccionó? |
Me enfadé. Cuando lo encarcelaron,
yo estaba haciendo la mili en el edificio donde lo juzgaban.
Durante la celebración del juicio, ayudé
a un capitán que llevaba temas administrativos.
Tenía que aguantar muchos comentarios de los militares
sobre Huertas... Obviamente, ellos no sabían que
yo era amigo suyo. Sentí mucha rabia, e impotencia
por no poder expresarla en el ámbito militar. Afuera,
se hizo la primera manifestación tolerada en muchos
años, pidiendo su liberación. |
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«Huertas fue
el chivo expiatorio de los militares contra la
prensa, que se había empezado a desbordar.
Ya no nos podían controlar» |
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¿Qué recuerda del
artículo que lo llevó a la prisión? |
En aquel artículo,
no se supo medir lo suficiente. No imagino que, por
una frase cuyo contenido era ya conocido, acabaría
donde acabó. Me refiero a lo de las viudas de
los militares, que trabajaban en los prostíbulos.
En aquella época, había cosas que se sabían,
pero que no se publicaban. Por ejemplo, que los permisos
para abrir estancos se concedían a personas afines
al Régimen. Aun así, una cosa era que
todo el mundo lo supiera, y otra, publicarlo. Huertas
fue el chivo expiatorio de los militares contra la prensa,
que se había empezado a desbordar. Ya no nos
podían controlar y publicábamos informaciones
que no eran de su agrado. |
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¿Qué temáticas
le gustaba tratar? |
Huertas, en vez de escribir sobre
los triunfadores, prefería hacerlo sobre los perdedores.
Quería más a los pobres, los que estaban
peor. Intentaba escribir sobre las mayorías y,
éstas, en aquellos momentos, estaban muy mal. Ahora,
los medios se fijan en los que triunfan. Nunca es noticia
que en Barcelona cada vez se suiciden más jóvenes,
o que las drogas afecten a más gente. Huertas sentía
una especial debilidad por la gente que no triunfaba.
Y no era por hacer un periodismo de protesta, sino que
se trataba de una actitud personal, de sentimientos cristianos.
Se compadecía de la gente que estaba mal. Durante
la represión, con más motivo. Cuando ésta
ya pasó, Huertas fue coherente, y continuó
en su línea. |
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¿Cómo fue la llegada
de Huertas a La Vanguardia? |
En aquel momento, lo habían
echado de El Periódico de Catalunya, y
La Vanguardia le dio la oportunidad de seguir
trabajando. Huertas estaba contento por venir, pero también
se sentía triste por cómo había tenido
que dejar El Periódico. Ahí dejó
muchas horas de trabajo y unos buenos años de su
vida. A nadie le gusta marcharse así de ningún
lugar. |
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«El suyo no era
un periodismo de
protesta. Era una actitud personal, de sentimientos
cristianos. Se compadecía de la gente que
estaba mal» |
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¿Cree que, con su muerte,
Barcelona perdió algo más que un cronista? |
Los barceloneses perdieron una
persona que quería a la ciudad. Cada día
se levantaba muy temprano, y hacía su ruta, buscando
información por gran parte de la ciudad. Llevaba
con él un fotógrafo, y siempre estaba pendiente
de los cambios en el paisaje urbano. Dominaba el territorio.
Era un lujo para la ciudad tener a alguien así.
Ahora, por desgracia, ya no está. No conozco a
nadie que sienta esta curiosidad por Barcelona. Hay periodistas,
pero hacen lo que tienen que hacer y se vuelven para casa
sin prestar atención a lo que sucede a su alrededor. |
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¿Qué destacaría
de Huertas? |
Su personalidad, convulsa, y
su amor por la profesión. Nunca he conocido a nadie
que haya amado tanto el periodismo, en abstracto. Lo llevaba
en la sangre. Era un periodista de raza. Y también
era inestable. Por un lado, te molestaba lo «dictador»
que podía ser, pero, inmediatamente después,
era una persona tierna y blanda. Por un lado, le tenías
miedo, pero, por el otro, lo querías. Te podía
esclavizar trabajando y después, en casa, se preocupaba
por ti, por los tuyos. |
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¿Cuándo lo echa
más de menos? |
Huertas tenía una gran
memoria. Fantástica. Cuando más lo recordamos
es cuando necesitamos saber algún dato preciso,
sobre cualquier cuestión. Él siempre nos
daba las pistas necesarias para saber por dónde
empezar a buscar. Lo tenía todo a mano. El periodista
Jaume Fabre, que es quien mejor lo conocía, le
llamaba «Google Huertas». Era una enciclopedia
viva. |
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