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Jaume Fabre:
«Siempre mantuvo su espíritu luchador»
Alberto Moral
 
Jaume Fabre fue compañero y gran amigo de Josep Maria Huertas. También fue uno de los primeros «huertamaros». Coincidieron en publicaciones de todo tipo, desde diarios generalistas como El Correo Catalán o Tele/eXpres, hasta revistas como Oriflama. Escribieron juntos decenas de libros, entre los que destaca Tots els barris de Barcelona, considerado su «obra magna». Fabre también ha sido profesor de Periodismo en la Universitat Ramón Llull y en la Universitat Autònoma de Barcelona.
 
Huertas y periodismo, ¿son sinónimos?
Bueno, él siempre trabajó de periodista y yo sólo lo conocí ejerciendo la profesión. También dio clases en la universidad, pero siempre sobre temas orientados hacia el periodismo. Incluso, cuando estuvo en el paro, siguió haciendo cosas relacionadas con el periodismo en gabinetes de prensa.
 
Usted lo conocía desde hacía mucho tiempo...
Desde la época de El Correo Catalán, en 1966. Nuestra relación empezó entonces. Cuando murió, fue una pérdida tremenda. Notas que pierdes la mitad de ti mismo. Cuando escribíamos un libro, era tal la compenetración que no hacía falta que nos dijésemos nada. Yo sigo haciendo libros por mi cuenta, pero a Huertas se le echa de menos, sobre todo su apoyo.
 
¿Qué destacaría de Huertas?
Tenía una memoria impresionante. Ahora me he acostumbrado a Google, pero antes recurría a Huertas. Él me decía todo lo que se podía saber sobre cualquier tema. Lo sabía y lo recordaba todo. Tenía una memoria enciclopédica. Y, además, la generosidad lo caracterizaba: te decía todo lo que necesitabas, sin el menor asomo de duda o recelo. No sólo a los amigos, sino a cualquier otra persona.
 

«Ahora recurro a Google, pero antes tenía a Huertas. Él me decía todo lo que se podía saber sobre cualquier tema. Tenía una memoria enciclopédica»

 
¿Cuál fue su primer trabajo juntos?
Como periodistas, en El Correo Catalán. Después, en la Editorial de la Terra, donde escribió como coautor muchos libros sobre las barracas. En la misma época, coincidimos en Oriflama y en otras publicaciones. Era un momento en el que podíamos hacer pluriempleo, algo que hoy es mucho más complicado. Entonces, entre libros, semanarios, diarios, corresponsalías... Trato de recordarlo, y ahora, ya casado, me pregunto cómo podíamos aguantar. La respuesta es que, trabajando en equipo, todo era más sencillo.
 
¿Cómo era su forma de trabajar?

Variaba según el trabajo. Cada caso es diferente, pero, en periodismo, en nuestra época, se podía decir que un periodista era corto o largo. Uno largo es aquél que escribe muy rápido, con facilidad. Y, al contrario, el corto es aquél que se lo toma con calma. Lo importante era el rigor, independientemente de si se era corto o largo. Y lo ideal era ser largo y riguroso. Huertas unía las dos características: largo y riguroso. Porque, al contrario de lo que piensan muchos, Huertas era muy riguroso. Le encantaba documentarse, comprobar las erratas. Hacía, de aquello, un pasatiempo. Podía mirar seis copias del mismo libro, y era capaz de encontrarte los errores. Era un gran periodista, riguroso y rápido.

 
¿Cómo vivieron el trabajo de catalogar todos el barrios de Barcelona?
Lo hicimos poco a poco, él desde la prisión y yo en la calle. Ni en esos momentos difíciles dejamos de trabajar en equipo. Habíamos empezado la obra los dos. Huertas decidió que yo continuara el trabajo de campo, mientras él, en la biblioteca de la cárcel, investigaba cómo continuar la obra. Nos pasábamos los datos y los contrastábamos. El libro fue el primero de su tipo, y tuvo mucho éxito por la popularidad de Huertas, cuando salió de la prisión. Al final, quedó como nuestra obra magna, aunque creo que otros trabajos nuestros son más importantes. Editamos un libro, Els barris de Barcelona, que era una revisión muy esmerada y más completa del anterior. Casi nadie la recuerda.
 

«Con la muerte de Huertas, también
se ha marchado el periodismo que practicaba y que está muriendo: el periodismo para la gente de a pie»

 
Y, en el Col·legi de Periodistes, ¿Huertas era igual que en su trabajo?
En ningún momento detecté ninguna variación en su espíritu luchador. El Col·legi era la continuación de la Asociación de la Prensa. Entrabas cuando te daban el carné, autorizado por el Régimen. Eran muy selectivos y las juntas, muy conservadoras. Los jóvenes del momento lo intentamos cambiar. Cuando Huertas entró en la junta, después de la Dictadura, mantenía aquella mentalidad de lucha y de cambio social. Fue la época de Capçalera, cuando yo era el director y él, presidente de la Comisión de Cultura. Quizás le había faltado ser director de un diario, y vio que dirigir el Col·legi era una buena alternativa. Aunque la época en que, finalmente, llegó a ser decano fue especialmente dura. Pero, en cuestión de carácter y espíritu periodístico, continuidad.
 
¿Qué es lo que más echa de menos de Huertas?
Todo. Absolutamente todo. Su ayuda, la compañía, la generosidad... No te sabría precisar nada en concreto. Me ha costado mucho mentalizarme de que ya no está. Hace poco, hice una exposición de fotoperiodismo, en el Palau de la Virreina, que me ayudó a superar la etapa de duelo que todos pasamos cuando se nos muere alguien. De la parte profesional, echo de menos su gran saber y su memoria. Pero siempre hace más daño la parte personal. Era una persona de aquellas que, cuando ya no está, envejeces de golpe. Con él, también se ha marchado el periodismo que practicaba y que está muriendo: el periodismo para la gente de a pie.