Comentario a «Escribís, oh Cabrera, del segundo», por José María Micó
En 1614 Góngora escribió tres poemas elogiando la primera parte de la Historia de Felipe II de Luis Cabrera de Córdoba: dos sonetos («Vive en este volumen el que yace» y «Segundas plumas son, oh lector, cuantas» [M 329 y 330]) y estos tercetos, todo ello «sin haber visto a Cabrera ni haber leído sus escritos» (según la nota marginal de ms. Chacón al primero de los sonetos). La obra del cronista, aunque acabada y aprobada en 1615, se publicó cuatro años después (Madrid: Luis Sánchez). Más problemas tendría la Segunda parte, que no gustó a los historiadores aragoneses y permaneció inédita hasta el siglo XIX (cfr. S. Montero Díaz, ed. de la obra de Cabrera De Historia. Para entenderla y escribirla [1611], Madrid, 1948, pág. xxxix). Lógicamente, los elogios se compusieron para ser publicados en los preliminares de la obra, pero el volumen de 1619 (mencionado por Góngora en una carta [Millé, núm. 25]) apareció sin ellos.
Los tercetos están tan cargados de tópicos como las otras composiciones a la misma ocasión, pero se distinguen en que fueron comenzados, según Salcedo, con el propósito de «recopilar todo lo que contiene» la Historia de Cabrera. No obstante, debe advertirse que, tras los elogios iniciales, relatan un único episodio (el viaje del futuro rey a Flandes) que ocupa solamente tres de las casi mil doscientas páginas de la princeps. La cuestión es que -como informan Chacón, Angulo, Salcedo y otros testimonios- don Luis no terminó el poema, aunque no sé si «con lástima de los aficionados a sus obras» ni si «dejándonos con deseo de lo que falta» (SC). En todo caso, el tono del fragmento nos autoriza a considerarlo -con la canción «Moriste en plumas no, en prudencia cano», también inacabada- como una suerte de antecedente del Panegírico (cfr. R. Jammes, págs. 253-254 [303]).
Ninguna variante exige la mano de Góngora, pero algunas son curiosas, como las trivializaciones sinonímicas (3, 35) o la alteración sintáctica que evita el hipérbaton (17). Corrijo, como siempre, los leísmos (38-39), desautorizados aquí por la rima del último verso.