Comentario a «Perdona al remo, Lícidas, perdona», por José María Micó
Don Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, séptimo Duque de Medina Sidonia, murió el día 26 de julio de 1615; tres días después, su hijo el Conde de Niebla, que había merecido ya la dedicatoria del Polifemo, «celebró las exequias con la mayor ostentación, aparato y majestad que está en la memoria de los hombres» (Pedro Espinosa, Obras, ed. F. Rodríguez Marín, Madrid, 1909, pág. 253). Góngora escogió para la ocasión el marco de la égloga piscatoria, que se había revelado idóneo para la poesía funeral en autores como Sannazaro, Bernardo Tasso, Lomas Cantoral o, ya después de Góngora, Lope de Vega (cfr. A. Callejo, La soledad segunda, págs. 85-114). Además, don Luis acababa de perfeccionar el género en un par de pasajes de las Soledades (II, 112-189 y 512-651: cfr. R. Jammes, pág. 344 [411]).
Sin duda como homenaje al poeta cordobés, dos de los interlocutores de la Égloga fúnebre de Martín de Angulo y Pulgar (Sevilla, 1638) se llaman también Alcidón y Lícidas (nombre este último procedente de Sannazaro y usado ya en otros poemas de Góngora). Supone aquí el poeta que los dos pescadores contemplan en la playa el túmulo del Duque, adornado con dos representaciones alegóricas de América y África: de ahí el elogio de la evangelización del Nuevo Mundo, la condena de los robos de los genoveses y la mención de las plazas españolas en el continente africano. No se olvide que Medinasidonia fue nada menos que «Capitán general del mar Océano y costas de Andalucía», aunque su intervención más sonada no fue precisamente gloriosa.
Como indica una nota marginal del ms. Chacón (puesta también, equivocadamente, al final de la silva siguiente), el autor «No pasó adelante con esta égloga», que pertenece, con la canción «Moriste en plumas no, en prudencia cano», a un grupo de tentativas épicas fallidas o inacabadas anteriores al Panegírico. No hay cambios de autor entre las variantes, y quizá tan sólo merezca un comentario el error de R en el v. 47 (subida en lugar de segura): una trivialización impuesta por el contexto y por la atracción de la rima del verso precedente (más lucida) en el dictado interior.
Algunos detalles de la métrica muestran la evolución gongorina en el uso de la silva. No hay versos sueltos, pero ahora son cuatro (de veintidós) las consonancias que afectan a más de dos líneas (1:4:5, 6:11:12, 25:28:29 y 33:42:45), y hay gran separación entre algunos versos en rima (cfr. 31:40 y 33:42). Los heptasílabos no alcanzan a ser una cuarta parte del total (once).