Comentario a «Ciudad gloriosa, cuyo excelso muro», por José María Micó
La noticia de la beatificación de San Francisco de Borja se conoció el 23 de noviembre de 1624; hubo en Madrid procesiones y máscaras (cfr. Millé, nota al núm. 412). El papa Urbano VIII y sus cardenales decidieron que la fecha más adecuada para la conmemoración era el primer día de octubre, porque el Santo había muerto «después de media noche, entre el último día de septiembre y primero de octubre del año 1572» (Juan Eusebio Nieremberg, Vida del Santo Padre y gran siervo de Dios el B. Francisco de Borja, VI, v: Madrid, María de Quiñones, 1644, pág. 338). Así, las fiestas más sonadas tuvieron lugar en Madrid al año siguiente e incluyeron un certamen poético entre cuyos jueces estaban el Duque de Lerma y el Conde de Lemos (véase Juan Antonio de la Peña, Elogio del S. P. Francisco de Borxa... Con relación de las singulares fiestas con que la Compañía de Jesús y Señores de la Corte celebraron su gloriosa Beatificación [Madrid, 1625], en Relaciones breves de actos públicos celebrados en Madrid de 1541 a 1650, ed. J. Simón Díaz, Madrid, 1982, págs. 328-334).
Pantaleón de la Ribera, que participó en la justa con un romance y unas décimas (Obras, II, 115-118), cuenta con gracia cómo él y Lope de Vega se quedaron sin premio:
Hízose el juicio, y de todos |
los que premiados salieron, |
por escritores precitos |
Lope y yo fuimos arredro |
En 1671, con motivo de la canonización del mismo Santo, hubo nuevos certámenes en Madrid y Valencia (véase J. Simón Díaz y L. Calvo Ramos, Siglos de Oro: Índice de Justas Poéticas, Madrid, 1962, pág. 12, y A. Ferrando Francés, Els certàmens poétics valencians del segle XIV al XIX, Valencia, 1983, págs. 888 y 1065). De esa época son unas endechas de Antonio de Solís, presentadas fuera de concurso («a la devoción», se decía entonces: Varias poesías, págs. 254-256), y bastantes versos de Calderón, dentro y fuera de El gran duque de Gandía.
En cuanto a las octavas de Góngora, es comprensible la suposición de Salcedo: «Parece que las compuso nuestro Poeta para algún certamen poético que en honra deste Santo publicó la ciudad de Valencia» (cfr. también el epígrafe de P, y R. Jammes, pág. 194 [231]). Sin embargo, no tengo noticia de ningún certamen valenciano de 1624; quizá haya que modificar la fecha de Chacón y suponer que Góngora escribió su poema para el certamen madrileño de 1625, posibilidad que haría más comprensibles las célebres burlas sobre las «garcibolallas» escritas por Quevedo (Obra poética, núms. 835, 838 y 841) y Lope de Vega (Laurel de Apolo, Madrid, 1630, fol. 4r):
¿Quién hay que no perfile sus estancias |
de un trilingüe escuadrón de extravagancias, |
y como merlinice, |
no responda que Góngora lo dice, |
capítulo tercero de la esparza |
donde pintó la garza? |
Don Luis recoge los detalles más conocidos de la vida de San Francisco de Borja: su conmoción al ver el cadáver de la Emperatriz, su don de profecía (de ahí el «jeroglífico» impuesto en el certamen) y su desprecio de los honores mundanos. A pesar de algunos aciertos ocasionales, no creo que el vehemente juicio de R. Jammes sobre este poema -«seis detestables octavas» (pág. 275 [328])- esté muy lejos de la verdad.
Son pocas las variantes que merecen un comentario. El clarín de Marte (4) tiene la ventaja de mantener el paralelismo con la lira de Apolo del verso anterior. El error de Ch en el v. 12 fue provocado por el hipérbaton. La única variante realmente problemática es la del v. 36: se diría que amenazó hace mejor sentido que amaneció, porque «amenazar tormenta» era y es construcción corriente («los cuervos... amanazan con frío y lluvia», dice por ejemplo P. Mexía), pero creo que en este contexto gongorino es una lectio facilior; aparte el posible calambur, la lectura de Ch, F y -post correctionem- J está en correspondencia con «al despuntar del día».
Sinéresis en sea (8) y bebia (42); diéresis en venïal (28) y tïara (44); aspiración de la h en el v. 37 (evitada en Ho y Sa).