Comentario a «Era la noche, en vez del manto obscuro», por José María Micó
«En el año de 1616, el cardenal don Bernardo Sandoval y Rojas, tío del Duque de Lerma, organizó en Toledo unas solemnes fiestas para celebrar la traslación de la antiquísima imagen de Nuestra Señora del Sagrario a la capilla construida por él en la catedral, en la que hizo labrar su sepulcro y el de sus padres. Tuvo lugar la traslación el 21 de octubre y durante ocho días hubo en Toledo luminarias, danzas, fuegos de artificio, costosas máscaras, funciones religiosas con los predicadores más notables -Paravicino, Florencia, Pedrosa y otros-, certamen poético y para fin de fiestas un auto de fe, en que fueron absueltos todos los delincuentes» (M. Artigas, págs. 143-144; cfr. también J. Alenda y Mira, Relaciones de solemnidades y fiestas públicas de España, Madrid, 1903, núms. 671-672, I, págs. 183-184). De ello da cumplida cuenta la Descripción de la Capilla de Nuestra Señora del Sagrario... del licenciado Pedro de Herrera (Madrid: Luis Sánchez, 1617), que incluye una Relación de las fiestas, los Sermones y, con foliación aparte, el Certamen poético.
El cartel, preparado por Paravicino, distinguía diez modalidades o «temas» (canción real, octavas, glosa, romance, soneto, jeroglífico, tercetos, epigrama latino, versos heroicos y ode), y se difundió en Toledo y en Madrid a principios de septiembre. Entre los muchos versos latinos o castellanos incluidos en la Descripción destacan los de Agustín Collado del Hierro, Gabriel del Corral, Vicente Espinel, Cristobalina Fernández de Alarcón, Luis de Góngora, Antonio Hurtado de Mendoza, Juan de Jáuregui, Cristóbal de Mesa, Cristóbal Suárez de Figueroa, Luis Tribaldos de Toledo, José de Valdivielso... Y sin duda muchas de las composiciones presentadas quedarían fuera de la selección (cfr. G. Ayrolo, Pensil, págs. 139-144). Era un momento clave en la polémica en torno a las Soledades, y el certamen significó la consagración oficial de la «nueva poesía», cuyos rasgos más sobresalientes («trasposiciones», «lenguaje diabólico», «versos en cifra» y, en fin, «estilo extravagante») fueron ridiculizados de inmediato por Lope de Vega -el gran ausente de las celebraciones- en un pasaje de El capellán de la Virgen (véase J. Millé, Estudios de literatura española, págs. 195-201, y E. Orozco, Lope y Góngora frente a frente, págs. 252-254).
Don Luis presentó un soneto («Esta que admiras fábrica, esta prima» [M 343]) y el siguiente poema, ateniéndose escrupulosamente a las bases del concurso: «Diez octavas a la Descensión de la Virgen María a la Iglesia de Toledo, y al favor que hizo a San Ilefonso» (Descripción, fol. 1v del Certamen). Es uno de los asuntos predilectos de la poesía religiosa española, que abunda en sentidas descripciones del instante en que
el cielo vio que el suelo |
ventaja por entonces le tenía |
(Lope, Rimas Sacras, LV, en Obras poéticas, I, pág. 344). La fecha que asigna Chacón a ambos poemas está equivocada, y fue corregida ya por Foulché-Delbosc. No parece haber duda de que Góngora estuvo en Toledo en 1616, porque otros textos de ese año contienen alusiones a la ciudad imperial (cfr. las canciones «Piadoso hoy celo, culto» y «Tenía Mari Nuño una gallina», y el madrigal «Tres víolas del cielo»).
Entre Des y Ch, es decir, entre el texto más cercano a la redacción del poema y el más cercano a la última voluntad del poeta, no hay otras diferencias que las ortográficas. No encuentro huellas de posibles revisiones del autor; sólo merecen mención la variante sinonímica del v. 51 y un par de curiosas alteraciones del orden sintáctico en R (44 y 62). Modifico el texto de Ch en los versos 29 y 37.
Junto a los hipérbatos y los latinismos semánticos (característicos de «un poeta / fantástico» como el Mendo de El capellán de la Virgen), destacan los hiatos (13, 24, 28, 39, 42, 47, 64 y 67), indicados siempre en mi texto (y en buena parte de los manuscritos antiguos).