Comentario a «El líquido cristal que hoy de esta fuente», por José María Micó
Garcilaso comenzó su Égloga II con una famosa descripción de una fuente; su tercer comentarista, Tomás Tamayo de Vargas, propuso identificarla con la que «hoy tiene en Batres, antigua posesión de los Señores de esta casa, el nombre de Garcilaso, y como ilustre monumento de sus escritos se venera» (Garcilaso de la Vega, Madrid, 1622, fol. 45r). «No obstante, es preciso insistir en que el poeta no fue jamás Señor de Batres», aunque «tuvo sí la poética facultad de enseñorear su ambiente» (Antonio Marichalar, «Lares de Garcilaso: Batres», en Clavileño, II, núm. 7 [1951], pág. 15).
Otros ingenios dedicaron versos a la «fuente de Garcilaso»; Millé, conociendo sólo las décimas de Lope («Con respeto se retrata», en Obras poéticas, págs. 1522-1523) y Paravicino («Si en labios, huésped, atentos», en Obras póstumas, fol. 95r), pensó que se trataría de «composiciones hechas para alguna academia», y es probable que todas sean de la misma época. A ellas hay que añadir las de Bartolomé Leonardo («Pasajero, a la gran fuente», Rimas, II, págs. 144-145), Antonio Hurtado de Mendoza («A esta que empieza segura», III, págs. 180-181), Francisco López de Zárate (la silva «Fuente, voces del campo, cuando mudo» y el soneto «Si la memoria vuelves a esta fuente», en Obras varias, II, págs. 37-39 y 248), Francisco de Sayas (en Alfay, Poesías varias, pág. 45) y Francisco de la Torre Sevil (Entretenimiento, págs. 162-163, de composición necesariamente muy posterior). Cuatro de esos textos -el de don Luis entre ellos- pueden leerse en las dos lápidas que adornan la fuente de Batres. A lo que alcanzo, Góngora y Zárate fueron los únicos en desechar el cauce métrico de la décima.
Góngora escribió sus últimos poemas en 1626; el manuscrito Chacón sólo recoge cuatro textos de ese año, uno de ellos inacabado (el romancillo con estribillo «Todo se murmura»), y según se advierte en una nota marginal, la silva «Generoso mancebo» fue comenzada cuando el poeta estaba ya «malo de la enfermedad [de] que murió». Debió de enfermar en las primeras semanas de marzo, porque el día 24 dictaba su última carta conocida y el 29 otorgaba testamento (cfr. M. Artigas, págs. 194-195, y Millé, carta núm. 125). Una leve mejoría le permitió viajar a Córdoba, donde permaneció hasta su muerte, en mayo de 1627. Lo más razonable es suponer que compuso la inscripción antes de partir de la Corte.
La situación del madrigal (apóstrofe al caminante ante una fuente) es común ya en la Antología griega, pero el modelo más inmediato es un epigrama galante en el que Claudiano -a quien «imitó don Luis mucho» (SC)- pondera la inspiración de Serena comparando el agua de su lavatorio con la de la fuente de Hipocrene (carmina minora, XLV [LV]: De concha):
Transferat huc liquidos fontes Heliconia Nais |
et patulo conchae divitis orbe fluat. |
Namque latex doctae qui laverit ora Serenae, |
ultra Pegaseas numen habebit aquas. |
Ideas parecidas fueron frecuentes en los panegíricos de poetas muertos, y es posible que Góngora recordase también alguno de los sonetos fúnebres escritos en Italia, como el de Aníbal Caro dedicado a F. M. Molza: «questo è' l vaso / di cui sol trasse un più nobil Pegaso», «chiare acque...» (I fiori delle rime de' poeti illustri nuovamente raccolti et ordinati da Girolamo Ruscelli, edición de Venecia, 1569, fol. 19r).
L. Sorrento y R. Foulché-Delbosc no advirtieron la presencia del madrigal en Sa, y ambos creyeron publicarlo por vez primera en sus respectivas transcripciones de Ch («Canzoni e madrigali», pág. 194, y Obras poéticas, II, pág. 405, y III, 110).
Madrigal A b c c b a d D.
Nótese que los dos únicos endecasílabos abren y cierran el poema.