Comentario a «Tres víolas del cielo», por José María Micó
La brillante carrera militar y política de don Gómez Suárez de Figueroa, tercer Duque de Feria, contrasta con sus innumerables desgracias familiares, hasta el punto de que el Zahorí de El criticón nos cuenta que «cuando llegaron a embalsamarle, le hallaron el corazón todo arrugado y consumido» (III, v). Uno de los trances más duros debió de ser la muerte por enfermedad de tres hijas muy pequeñas, lamentada en varios poemas de la época (cfr., por ejemplo, J. M. Rozas, «Cancionero de Mendes Britto: poesías inéditas del Conde de Villamediana», Revista de Literatura, XXIV [1963], pág. 40, núms. 284 y 285). Góngora dedicó al mismo asunto el soneto «Entre las hojas cinco, generosa» (M 337). Llama la atención el hecho de que en los dos poemas don Luis haya alusiones a Toledo; Salcedo Coronel no advirtió la del madrigal, y en cuanto al verso 9 del soneto («Lloró el Tajo...»), no dudó en cambiar el texto contra todos los testimonios: según él, don Luis debió de escribir Turia, y no Tajo, «por haber muerto estas niñas en Valencia» (Sonetos, pág. 735). Pero entre los documentos referentes al virreinato no figura noticia de esas muertes, mientras sí se constatan, en cambio, otros asuntos familiares menos relevantes (cfr. Josefina Mateu Ibars, Los virreyes de Valencia. Fuentes para su estudio, Valencia, 1963, págs. 216-219). Esas alusiones cobran todo su sentido si pensamos que Góngora estaba en Toledo con motivo del certamen de 1616. De los tres poemas fechados por Chacón en ese año (M 342, 405 y 406: no son muchos, ciertamente), uno se dedica al sepulcro de Garcilaso de la Vega y otro contiene una alusión a la ciudad del Tajo (cfr. canciones «Piadoso hoy celo, culto» [308] y «Tenía Mari Nuño una gallina» [309]); estoy convencido de que a ellos deben añadirse, además de las octavas escritas para el certamen (cuya fecha fue modificada ya por Foulché-Delbosc), las dos composiciones sobre la muerte de las hijas del duque, gran aficionado a las academias literarias y admirador de don Luis. Es probable que las niñas no llegasen a salir de Castilla, pero si es verdad que murieron «siendo su padre Virrey y Capitán General» del Reino de Valencia (SC, loc. cit.), téngase en cuenta que el duque tomó posesión muy a finales de 1615, y algunas fuentes contemporáneas dicen que el cargo «fue proveído» en 1616 (Alonso López de Haro, Nobiliario general de los reyes y títulos de España, Madrid, Luis Sánchez, 1622, pág. 454). No es imposible que la metáfora de la Virgen con que acaba el madrigal encierre una alusión galante a la Duquesa de Alba, basada como en otras ocasiones en un juego de palabras.
Góngora no evita las comparaciones florales y astrales tópicas del género (cfr. E. Camacho Guizado, La elegía funeral, pág. 184), pero las pasa por el tamiz de sus hábitos expresivos, como el trueque o quiasmo inicial: las tres niñas son flores en el firmamento y estrellas entre las flores (idea recogida sabiamente en la dilogía fragrante y apurada en los versos finales). Otra novedad -relativa- está en que el interlocutor del poeta no es el pasajero o el padre dolorido, sino el sepulcro mismo, circunstancia parecida a la de dos de los sonetos de 1611 a la muerte de la reina Margarita (M 319 y 320) y prevista ya en algunos epitafios del libro VII de la Antología griega, donde no faltan, por cierto, ejemplos de muertes múltiples de niñas, legendarias (VII, 492) o reales (VII, 166, 463). Motivos afines aparecen en algunos sonetos fúnebres de Torquato Tasso.
Madrigal a B b A C C.
«Una solitaria estrofa a la que Salcedo Coronel llama madrigal» (D. Alonso, Góngora y el «Polifemo», II, pág. 164); también lo hace Ch. La acentuación del primer verso permite tanto vïolas como víolas, y las dos formas aparecen en Góngora, siendo a menudo muy difícil decidirse por una de ellas (cfr. Soledades, II, 70; Tisbe, 437); la acentuación esdrújula se da, por ejemplo, en el célebre soneto «Mientras por competir con tu cabello» (v. 12: «no sólo en plata o víola troncada») y, muchos años después, en las Soledades, I, 721; por otro lado, es incuestionable la condición paroxítona de la palabra en el Polifemo (XLII, 6: «negras vïolas, blancos alhelíes») y en la silva «Generoso mancebo», donde vïola rima con española. La clave está, creo, en las grafías del ms. Chacón, que suele escribir con dos tildes la forma llana (víòlas) y la esdrújula con una sola o sin ninguna. En su transcripción de este madrigal, Foulché-Delbosc imprimió víòlas, pero yo no logro ver en el manuscrito más que una tilde sobre la i, de modo que optaré por la solución esdrújula, que quizá se compadece mejor con el ritmo trocaico del otro heptasílabo.