Comentario a «La vidrïera mejor», por José María Micó
El poema recrea el momento en el que María, conforme a la ley de Moisés, presenta a su hijo en el templo (Lucas, 2, 25-35); el anciano Simeón, advertido por el Espíritu Santo de que no morirá sin ver a Cristo, reconoce al Niño y, entre bendiciones y profecías, 'consiente en su morir'. La fecha es muy significativa dentro y fuera de la producción de Góngora: por una parte, los siete versos que siguen pertenecen a un nutrido ciclo de letrillas compuesto para las fiestas de Navidad de 1615-1616; por otra, en los últimos meses de 1614 se desató una contienda religiosa en torno a la Inmaculada Concepción. La disputa, surgida casi simultáneamente en diversos lugares de Andalucía, rebasó pronto los cauces doctrinales, avivó la literatura mariana y acabó generando una pequeña moda poética en la que los escritores -aun los menos dados a los versos religiosos- tomaron el partido de la Virgen (cfr. R. Jammes, pág. 194, n. 11 [231]; K. Vossler, La soledad en la poesía española, Madrid, 1941, pág. 25, o S. V. Vranich, ed., Obra completa de don Juan de Arguijo, págs. 408-409); el mismo Góngora participó con un soneto en una de aquellas justas reivindicatorias («Si ociosa no, asistió Naturaleza», M 328). Buena parte de los numerosísimos poemas barrocos a la Concepción data de aquellos años (vid. ahora L. M. Herrán, Mariología poética española, Madrid, 1988, págs. 115-211); basta ver el significativo epígrafe de un poema de Juan de Salinas: «En el año de 1615, en los grandes pleitos que había sobre el misterio de la Concepción...» (núm. 296, pág. 522). Por lo que se refiere al asunto, más específico, de la Purificación (recreado en verso castellano al menos desde las Vitae Christi y otras producciones espirituales del siglo XV), destacan un soneto de Jáuregui (núm. XLIX: I, págs. 147-148), unas octavas de Soto de Rojas (págs. 259-260), un par de romances de Valdivielso (págs. 185-188 y 279-283), tres letras de Sor Juana (núms. 355-357: II, págs. 217-221) y varias ocurrencias de Ledesma (I, págs. 92-94; III, pág. 185, y cfr. M. D'Ors, Vida y poesía de Alonso de Ledesma, Pamplona, 1974, págs. 347-348). El Nunc dimittis inspiró a un Marino un madrigal que don Luis pudo leer en la segunda parte de las Rime (Venecia, 1602, pág. 161):
Quasi canuto Cigno |
che con dolce armonia la vita spira, |
gode, canta e sospira |
col divin parto in man vecchio felice, |
e sospirando dice: |
«Hor, che dopo tant' anni il Sol vedete, |
chiudete occhi, chiudete |
al pianto il varco et al veder le porte: |
sia con la vita in sen dolce la morte». |
Pero el texto que sigue plantea otros problemas: por ejemplo, no se trata de un madrigal, porque los cuatro primeros versos son octosílabos y forman una redondilla, rematada, eso sí, con un verso heptasílabo de enlace y un pareado formado por un verso de siete sílabas y otro de once: 8a 8b 8b 8a 7a 7c 11c. Lo raro, más que la combinación de tales versos, frecuente en letrillas y romances, es que el remate no tiene la función de un estribillo. El poema falta en algunos códices importantes, y Salcedo Coronel, que seguramente lo conocía, no lo incluyó en su comentario. Sólo Chacón lo recoge entre las canciones sacras, precisando su condición de madrigal (más por su brevedad y por su carácter cantabile, pienso, que por su métrica); pero los demás testimonios antiguos, manuscritos o impresos, lo dan entre las letrillas sacras (cuyos hábitos estróficos tampoco cumple) y siempre junto a la que comienza «Oh qué verás, Carillejo», también dedicada a la Purificación de Nuestra Señora. Lo cierto es que ambos poemas, musicados por Juan Risco, se cantaron juntos el día 2 de febrero de 1616 en la catedral de Córdoba, cerrando un ciclo iniciado con las letrillas dedicadas al Nacimiento (cfr. R. Jammes, ed., Letrillas, pág. 164, y M. Querol, Cancionero musical de Góngora, págs. 16-17 y 47).
El acierto de Góngora no está precisamente en las imágenes. La identificación de la Virgen con una vidriera era un tópico que ya había cumplido siglos: abunda en muchas manifestaciones de la literatura espiritual europea, y la poesía española lo conoce desde Berceo (Loores, 209; cfr. mi nota al verso 1). Con todo, pienso que Góngora logra aportar un elemento original al aplicar la imagen -exclusiva del misterio de la Concepción- al momento de la Presentación en el templo; es el hermoso concepto de la redondilla: el Niño Dios entra en brazos de la Virgen como el sol a través de la vidriera.
8a 8b 8b 8a 7a 7c 11c.
Diéresis en el verso 1, vidrïera.