Comentario a «Del mar, y no de Huelva», por José María Micó
Como nos advierte una nota marginal del manuscrito Chacón, sólo son de Góngora los seis primeros versos del siguiente «Fragmento»: «Pónese aquí porque donde se hallare continuada esta estancia con otras dos [y ello sucede al menos en B, E, F, H, I, K, M, R, Ho y Sa] se advierta que esta sola es de don Luis». Pero basta esa muestra para notar que el poema «se sitúa en la tradición de los primeros romances piscatorios» (R. Jammes, pág. 343 [408-409]; comp. también la canción V) y que Góngora logra afinar poéticamente el paisaje marino de sus producciones más ambiciosas (urdido en gran parte con los recuerdos de su estancia en Lepe: cfr. R. Jammes, págs. 233, 492-496 [278, 586-592]). Es, en efecto, muy aleccionador comparar la estrofa auténtica con unos versos de la Soledad segunda (32-41):
Los escollos el sol rayaba, cuando, |
con remos gemidores, |
dos pobres se aparecen pescadores, |
nudos al mar de cáñamo fiando. |
Ruiseñor en los bosques no más blando, |
el verde robre que es barquillo ahora, |
saludar vio la Aurora, |
que al uno en dulces quejas -y no pocas- |
ondas endurecer, liquidar rocas. |
Ahí, lo mismo que en los romances piscatorios (comp. M 5, 6, 41, 45, 46, 70 y 72), el «pescadorcillo» triste y enamorado se queja «dulce» y lanza
los suspiros por el cielo |
y las redes por el agua. |
No puede negarse que las dos estancias apócrifas tienen un evidente aire gongorino, pero sus recursos expresivos son muy convencionales y torpes (transposiciones llamativas, pero mal elaboradas; sintaxis confusa, lejos de la precisión habitual en don Luis...); quizá sean obra de algún admirador voluntarioso. Con todo, prefiero editarlas entre corchetes porque algunos testimonios importantes (por ejemplo, Salcedo Coronel o los mss. Estrada y Pérez de Rivas) las consideraron auténticas.
Canción alirada a B B a c C.