Comentario a «Sobre trastes de guijas», por José María Micó
Góngora estuvo en Valladolid «todo el verano y casi todo el invierno» de 1603 (M. Artigas, pág. 84). Aunque la confluencia del Pisuerga con el Esgueva bajo el puente de Simancas le dictó especialmente versos poco amables, en aquella corte escribió la siguiente canción amorosa, «que merece estimación entre las mejores por sus números y por la dulcísima y bien continuada metáfora con que describe la hermosura y harmonía de la cristalina corriente del río Pisuerga y su agradable discurso. El argumento es la queja de un pastor amante y desfavorecido que lamenta en su ribera los rigores de su pastora» (SC). El tema y el ambiente deben mucho al bucolismo garcilasiano y recuerdan sobre todo la anterior canción «Corcilla temerosa» [25] y algunos romances venatorios de fecha cercana, ricos en ninfas y cazadoras fugitivas (cfr. R. Jammes, págs. 348-349 [415-416]).
La dilogía puente (el de Simancas y el de la cítara) es la clave de la metáfora inicial que identifica al río con un instrumento: no le faltan trastes (las guijas), cuerdas (las ondas) ni clavijas (los álamos), y su música es capaz de producir los mismos efectos que las liras de Orfeo y Anfión. Es, sin duda, la elaboración más lograda («con todo rigor debe calificarse de genial», opina M. Querol Gavaldá, Cancionero musical de Góngora, pág. 24) de una vieja idea que tiene precedentes bíblicos, clásicos e italianos y que don Luis recordó también en otros muchos lugares.
El poema figura en muy pocos testimonios, y Salcedo Coronel, su primer editor, advirtió su rareza: «Comunicóme esta Canción el doctor don Juan Calderón» (comp. el madrigal «La bella Lira muda yace ahora» [339], y cfr. M. Artigas, pág. 222). Ya en 1635 dijo Angulo y Pulgar que la canción era «tan antigua, que se trabajó mucho en recogerla» (Epístolas satisfactorias, fol. 40v: cita ahí la primera estancia, coincidiendo con las lecturas de Sa). Entre las variantes, todas interesantísimas, destaca una estrofa desconocida por Ch y puesta en distintos lugares por los demás testimonios (cierra el poema en CE y es la penúltima estancia en Sa). Los versos 18 y 21 faltan en C y E (y en el ms. 20/7/23 de la Biblioteca de don Bartolomé March, fols. 174r-175r, que también contiene la estancia ausente de Ch): una nota marginal advierte la laguna en C («aunque en el sentido no se conoce la falta»), y en E se añadieron conjeturalmente con posterioridad. La variante de Sa en el v. 20 es una emendatio ope ingenii del comentarista. Creo que detrás de las variantes de los versos 3, 4, 8, 10, 11, 16 y 17 está la mano de Góngora, y aunque es difícil hacer precisiones cronológicas y estéticas, la lectura de Ch parece en algunos casos la más meditada. Edito entre corchetes (y en último lugar, como en CE) la estrofa ausente en Ch, que pudo ser suprimida por el propio Góngora al revisar su poema; corrijo el leísmo del v. 11, común a todos los testimonios, y en el v. 14 me decido a modificar el texto del ms. base aceptando el acusativo griego de E (evidentemente lectio difficilior).
Canción alirada a b C a b C d D.
Sinéresis en el v. 8, evitada en CESa. Jáuregui usó la misma estrofa en la traducción de una oda de Horacio (I, iii: Rimas, págs. 67-70).