Comentario a «Vuelas, oh tortolilla», por José María Micó
«Esta dulcísima canción, que escribió a una tórtola nuestro poeta, merece entre los profesores de la poesía no poca estimación, porque al juicio mío es una de las más numerosas y suaves que se pueden hallar en nuestra lengua, ni sé que ninguna de las italianas la exceda. El argumento es la descripción de los castísimos amores desta ave, y en esta metáfora puede ser que describiese la conformidad de algunos casados» (SC). Dejando aparte la última suposición, tan infundada como ingenua, el comentarista acierta al mencionar comparativamente las poesías italianas sobre el mismo tema, porque, junto a los antecedentes grecolatinos más remotos, los augelletti de Petrarca (cfr. en particular Canzionere, CCXXVI, CCCXI, CCCLIII) inspiraron muchas recreaciones recogidas en las Fiori o Rime diverse, tan bien leídas por los españoles Francisco de la Torre o Fernando de Herrera. Pero debe notarse - y es advertencia útil para el comentario de las variantes - que la tórtola de esta canción no es propiamente la «gemidora a lo vïudo» (La Tisbe, 128) cuya tristeza sintoniza con la del amante, sino el emblema de la felicidad conyugal, que en los versos finales contrasta con la desdicha del poeta: se da nuevamente el salto de la primera persona (mi piedad, mi invidia...) a la tercera (quien besos contó, un tierno amante...), con el mismo efecto distanciador de la canción «¡Qué de invidiosos montes levantados...!». De nuevo en la estela de Torcuato Tasso, Góngora muestra su interés por algunos temas que serán característicos de la poesía de ambiente anacreóntico de Villegas y de otros autores como Antonio de Solís (pág. 317), Antonio Hurtado de Mendoza (II, págs. 285-297) o el propio Quevedo (núm. 383). También merece la pena comparar el contenido de la siguiente canción con el de varios romances juveniles de Lope de Vega, especialmente el que comienza «El tronco de ovas vestido» (Romancero General, núm. 74; I, pág. 57).
Es el poema de composición más tardía incluido en las Flores de poetas ilustres. Las interesantísimas variantes de los versos 11-12 prueban a mi entender la existencia de una revisión; las demás son erratas, trivializaciones o diferencias de tipo gramatical. El texto de Flo, sin duda el más primitivo, tiene sus ventajas: se diría que desnudo tronco recoge uno de los motivos más conocidos del tema de la tórtola, que «nunca posa en ramo verde / ni en prado que tenga flor», según tradición recordada por Torcuato Tasso, uno de los maestros de don Luis: «O vaga tortorella, / ... / misera vedovella, / tu sopra il nudo ramo...» (Delle rime e prose, IV, Ferrara, 1589, pág. 24). No parece muy lógico, sin embargo, que esa imposición del tema valga para el verso 11 y no para el 14, aunque el poeta pudo querer decir así «que un mismo árbol fue siempre [sin hojas en invierno y con ellas en verano] testigo a los dos de sus caricias» (SC). La variación del v. 12 revela una gran sensibilidad poética, porque crea una aliteración (arrullo ronco) que evoca de manera muy efectiva las amorosas atenciones de las aves. Vicuña y Salcedo recogen ese cambio, pero mantienen el texto primitivo en el verso anterior; quizá representen una versión intermedia (preferida algo confusamente por A. Suárez Miramón, Antología poética, pág. 151), que tiene al menos el estorbo del retintín desnudo-arrullo-tuyo. La versión definitiva, representada por Ch y otros muchos testimonios, es preferible por las siguientes razones: mantiene el acierto de la aliteración arrullo ronco evitando el retintín y, sobre todo, establece con enorme precisión una correspondencia con la construcción paralelística de la estrofa siguiente: un primer elemento se repite con un simple quiasmo (vestido tronco / tronco vestido; comp. 20 y 23: aves dichosas / dichosas aves) y el segundo se cambia por completo (arrullo ronco / dulce gemido; comp. 21 y 24: sabrosas / besos suaves).
Canción a b b c d d e f F.
Es una estrofa muy peculiar de la que no conozco otros ejemplos: tres versos sueltos (1º, 4.º y 7.º ) seguidos de sendos pareados. Tanto el uso de los versos sin rima como el predominio de los heptasílabos (rasgo este último que refuerza la efectividad del verso final de cada estancia) revelan a mi entender el interés por acomodar la métrica a los temas ligeros, siguiendo el ejemplo de las experiencias de Tasso, Chiabrera o Marino.